El Clásico (de la vergüenza)

Por Miguel Ángel Viso Camenforte

18:00 de la tarde, sábado 21 de noviembre de 2015, Madrid, estadio Santiago Bernabeu. Es el centro mundial de la información deportiva, el gran partido está a punto de comenzar. Más de 500 millones de espectadores atentos alrededor del planeta, centenares de medios de comunicación afilando las crónicas que acompañarán los próximos días las conversaciones de los aficionados y la mitad de los telediarios. Llega el momento más emotivo. Se guarda un respetuoso minuto de silencio por las víctimas de los atentados de París y una gran bandera francesa sobrevuela la tribuna lateral del estadio. Y allí, en el centro del campo, los dos equipos al completo se solidarizan ante la barbarie parisina. La imagen no tiene desperdicio porque, si agudizamos la mirada, vemos una contradicción tan lamentable como trágica. ¿Veis los patrocinadores de ambos equipos?

En el palco de honor lo más granado de la oligarquía nacional disfruta de formar parte de la élite. Empresarios y políticos representan la esencia del sistema internacional, capaz de provocar una avalancha de reacciones contra los atentados en Francia, reprochables e inmundos, pero indiferencia ante lo acaecido todos los días en Mali, Siria, Libia, Iraq...

Volvamos al terreno de juego, donde los multimillonarios jugadores lucen en sus camisetas los logotipos de Fly Emirates y Qatar Airways. Ambas compañías de aerolíneas son controladas y aportan beneficios a las familias que dirigen con manos de hierro las riendas de ambos estados. En la camiseta blanca, Fly Emirates nos recuerda la actuación represora de los Emiratos Árabes Unidos en la Rebelión de Baréin de 2011, desvirtuando el origen reivindicativo de las primaveras árabes con el germen del ISIS y acompañando la actuación de los jeques wahabistas de Arabia Saudí, capaces de esclavizar a su pueblo rodeado de lujos arquitectónicos y derroches ociosos que avergonzarían a cualquier profeta. Los famosos jeques, compradores de equipos de fútbol europeos y amigos de los dirigentes políticos occidentales, parapetados en sus petrodólares se conocen invencibles ante las necesidades del sistema actual. En la camiseta blaugrana, Qatar Airways ha sustituido a Unicef. La familia Al Thani lleva décadas dominando el emirato catarí, pasando el gobierno de padres a hijos a través de golpes de estado. En el subsuelo del territorio de esta monarquía absoluta, se encuentra una enorme reserva de gas natural, la cual relega las reivindicaciones democráticas de Occidente a un plano insignificante. De hecho, Qatar ha conseguido el apoyo de la Fifa para organizar el mundial de fútbol del año 2022, rodeado de polémicas, corruptelas y centenares de obreros muertos en las faraónicas construcciones deportivas.

Es conocido que Qatar, fundador de Al Jazeera, forma parte del entramado que financia al Estado Islámico. Así es, amigos. En el gran clásico del siglo se mostró la gran contradicción de este sistema imperialista. Por un lado las buenas intenciones, por otro la realidad del todopoderoso poder económico que lo envuelve todo de vileza e indignidad. Desde la sombra, con los medios de desinformación como parte de su patrimonio, la oligarquía internacional maneja hasta los sentimientos de cualquier aficionado, emocionado en el minuto de silencio sin saber que forma parte de la barbarie.

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