Identidad 2.0

Por Susana López-Varó

La eclosión de Internet y las nuevas tecnologías ha acercado al ser humano lo que hasta hacía bien poco era casi imposible conseguir: la posibilidad de ser otro.

La identidad es un tema que no es novedoso dentro del mundo del arte. Experimentar con el “yo” ha sido para muchos artistas una experiencia liberadora que les ha ayudado a conocerse. Pero ¿qué ocurre cuando se quisiera ser otra persona o cuando mi “yo” no se ajusta a las necesidades sociales del momento? Dentro de la historia del arte encontramos diferentes ejemplos de artistas que han trabajado en sus obras el tema de la identidad, el “yo” y la multiplicidad de identidades. Podemos encontrar ejemplos en Rosa Bonheur que vistió de hombre durante toda su vida para poder acceder a las ferias de ganado, Claude Cahun, la cual decía de sí misma que nunca terminaría de revelar todos sus rostros o adentrándonos en iconos más populares, ahí tenemos a Farrokh Bulsara, más conocido como Freddie Mercury o a Marilyn Monroe, quien era Norma Jean.

A día de hoy, las facilidades para crearnos nuevos personajes con Internet son infinitas. Dejar de ser uno mismo y desprenderse de ese “yo” que a veces nos atormenta, es ahora mucho más fácil.

Encontramos, dentro de la obra de Mark Amerika, How to be an Internet Artist, 2001, la posibilidad de crearnos una personalidad artística paso a paso. El primero de todos esos pasos es: Create a fictional identity. Ya de buenas a primeras nos indica que debemos abandonar nuestra propia identidad para crearnos una ficticia a través de la cual viviremos nuestra experiencia como artistas. Mark Amerika nos presenta esta nueva identidad como un producto, una marca de nosotros mismos que debemos promocionar, vender y distribuir hasta convertirlo/nos en el artista que deseamos que sea/mos. En sí, esta marca de nosotros mismos, más allá de ser una nueva identidad, es un alter ego comercial, el sello de nuestra propia persona convertido en marca identitaria. Nos convertimos en producto para promocionarnos como tal, dejamos de ser personas para ser objetos comerciales con los que traficar. Es la identificación del artista con el objeto comercial más allá de la obra de éste como expresión. La obra en sí pasa a un segundo plano y con lo que se comercializa es con el propio artista convertido en objeto de mercado.

La búsqueda de la identidad de uno mismo es algo en lo cual el ser humano invierte mucha energía. Querer saber qué y cómo es uno mismo es una de las preguntas esenciales que se repiten a lo largo de la vida de una persona y a las cuales, en diferentes momentos de nuestras vidas podemos encontrar diferentes respuestas, pues igual que un río nunca es el mismo, el ser humano como individuo tampoco lo es, ya que en él se acumulan como persona las experiencias vividas y las influencias de la sociedad en la que habite - modas, estilos, tribus urbanas, etc. -. Podemos encontrar un ejemplo muy clarificador en la obra de JK Keller The adaptation to my generation, en el vídeo Living my life faster. En esta obra el artista se retrató todos los días desde el año 1998 hasta el 2006.



Mientras que la artista francesa Claude Cahun explora en sus fotografías la necesidad de encontrarse a sí misma dentro de un amplio abanico de personalidades, Keller se busca a sí mismo dentro de su propia persona influenciada por la sociedad que le ha tocado vivir. La sociedad que le rodea influye de tal manera en su persona, que foto a foto podemos ver cómo, siendo la misma persona, va cambiando. Ya de por sí uno nunca es el mismo conforme pasan los años, pues la experiencia y los cambios que experimenta el cuerpo con la madurez, hacen que uno siempre sea una variación de sí mismo. Pero si a estas versiones que se van sucediendo de nosotros a lo largo de nuestra vida de forma natural, añadimos la influencia externa, lo que le sucede a nuestra persona es casi una metamorfosis. Una versión 2.0 de nosotros mismos.

Claude Cahun en algunos de sus múltiples autorretratos
 

Podemos ver en las fotos de Keller cómo su mirada adquiere madurez, las mandíbulas se ensanchan casi inapreciablemente, los labios se estiran ligeramente hasta que podemos intuir, que, como persona ha ganado experiencia. Estos cambios físicos hacia una madurez vienen acompañados por los cambios externos que nosotros hacemos a nuestro propio cuerpo. Cambios estéticos influenciados por lo que nos rodea. Keller se deja el pelo largo, se lo rapa, lo lleva una temporada corto, se deja barba, bigote, va afeitado, varía en estilos dentro de su vestimenta, sale con o sin gafas y éstas, con el paso del tiempo, también van variando. Apreciamos, en sí, una metamorfosis de Keller en todos los sentidos. Sabemos que él es el mismo, sigue siendo JK Keller el que aparece en las fotografías, pero a su vez, es otro.

K. Gergen nos hablaría del “yo saturado”, que es el resultado de la contaminación del concepto de nosotros mismos a través de las tecnologías de la comunicación. Gergen trabaja la idea de un sujeto habitado por múltiples matices y perfiles, los cuales acaban fragmentándolo hasta extremos insospechados generando lo que se podría llamar la “identidad postmoderna”, entendida como un patchwork o pastiche de subidentidades que han de ser construidas y relacionadas para proporcionar un sentido de coherencia. Esto dejaría de lado la identidad homogénea y estable abriendo paso al yo múltiple, en el cual los aspectos individuales de cada uno constituyen las voces de un diálogo interno. Según esta teoría postmoderna el "yo" no tiene un núcleo estable y es sólo una ilusión improvisada a partir de la compilación de imágenes mediáticas, mensajes sociales y deseos manipulados que interiorizamos para definirnos.

Vemos en estas dos obras dos representaciones diferentes de la identidad relacionada a las nuevas tecnologías. Mientras Mark Amerika nos propone una reinvención de nosotros mismos como producto, abriendo así la puerta a las invenciones identitarias dentro del mundo cibernético, en el cual podemos ser desde un astronauta a un panadero en paro o una mujer ejecutiva a un hombre cinéfilo, JK Keller nos enseña que incluso nosotros mismos somos un cúmulo de múltiples identidades cambiantes que se aglutinan en un mismo ente.

Las nuevas tecnologías nos descubren nuevas posibilidades de nosotros mismos. Dan rienda suelta a fantasías ocultas en nuestro inconsciente que ahora se pueden materializar en un espacio virtual en el cual nos podemos desprender de todo lo que no nos guste de nosotros, e incluso de nosotros mismos al completo, generando una multiplicidad de personalidades con un nexo en común, el “yo saturado” del que habla Gergen y que tan bien representa Keller en su propia obra fotográfica. Pues si bien Keller no genera una multiplicidad de personalidades a lo Cahun o se inventa una como producto comercial a lo Amerika, sí personifica la aglutinación de múltiples “yo” a lo largo de un tiempo determinado de una persona determinada en un espacio concreto. Representa el “yo cambiante” de una sociedad influenciada por los medios de comunicación, las modas, las estéticas cambiantes y las nuevas tecnologías.

Así bien, vemos como nuestra propia identidad queda influenciada por todo lo que le rodea y siendo Internet y las nuevas tecnologías un nuevo producto a incorporar a nuestras vidas, no es de extrañar que nosotros mismos nos influenciemos por algo que nosotros mismos hemos creado, generando una retroalimentación de un producto creado por el ser humano y que a día de hoy, vive por sí mismo influenciando a su creador. Es el monstruo cibernético de Frankenstein que con zurcidos aglutina múltiples personalidades de uno mismo, pudiéndose ver los resultados en la infinitud de selfies que inundan las redes sociales, la personalidad múltiple al tener diferentes cuentas para diferentes usos en las redes sociales o la ocultación de uno mismo a través de un avatar o un nombre ficticio

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