Por Eduardo Bueno
Vegara
Se acerca la nochebuena y con
ella las cenas familiares. Uno esperaría encontrar en esas reuniones algo de tranquilidad
y regocijo, y no necesariamente por ser “unas fechas tan señaladas”, sino más
bien porque uno las pasa en compañía de la gente que quiere. Y así sería si el
dios vengativo bíblico no hubiese enviado un plaga mucho peor que aquellas que
lanzó contra los egipcios: me refiero a los cuñados.
Un cuñado no tiene por qué ser
necesariamente tu cuñado, puede ser tu primo, tu suegro o, quién sabe, incluso
tú mismo. Es fácil identificar a los cuñaos porque siempre presumen de que saben
más que tú, compran más barato que tú, o han hecho algo antes que tú. Un cuñado
ya ha visto esa película que tú tenías pensado ver y, si no la ha visto, es que
no merece la pena.
La tipología del cuñado es muy
amplia, pero vamos a centrarnos en una especialmente molesta: el cuñado que
“sabe” de política. El cuñadus políticus
es normalmente conservador, aunque no le gusta identificarse con “la derecha”.
Puede ser “de centro”, “moderado” o “liberal”, lo cual, en realidad, dice bien
poco de alguien. El caso es que le gusta dar lecciones de democracia aunque,
paradójicamente, no le gusta que se consulte a la gente a la hora de tomar las
decisiones de gobierno: “dejemos las cosas como están”, “los experimentos con
gaseosa”, “eso en España no funcionaría”, son frases que utiliza habitualmente.
Pues bien, ese cuñado político
del que todos conocemos algún ejemplar, escucha cada mañana a Carlos Herrera o al
monaguillo de turno de la Cope, interioriza bien el mensaje y, a veces, lo
complementa con la lectura del algún periódico de esos que sollozan y ensalzan
a los ricos cuando éstos mueren y pasan a peor vida (El País, El Mundo, el ABC,
La Razón, vienen a decir lo mismo, aunque con distintas palabras). Es así como
se forma el argumentario del que hará gala cuando llegue la inevitable
conversación sobre política.
Son muchos los disparates que
puede lanzar un cuñado animado por la bebida que acompaña a la cena de
nochebuena: que si hace falta mano dura, que si hay que llegar a grandes
acuerdos, que si hay que arrimar el hombro, que si hay que remar todos en la
misma dirección, que si hay que reducir el número de funcionarios, que si hay
que fijarse en emprendedores como el dueño del Mercadona... Son tantos que,
quizá, el mejor antídoto sería un “¡¡¡VESTE A LA MIEEEEERDAAAAA!!!!” como
propone el sabio Marcial Ruiz Escribano en el vídeo que acompaña al artículo. Pero
dado que queremos una cena en paz y armonía, vamos a intentar ser cordiales,
contrarrestando al cuñado con datos objetivos que pueden abofetear educadamente
su cara. Es imposible abarcar todos los temas que el cuñado “conoce” (Cataluña,
China, la crisis, el paro, el feminismo), de modo que nos vamos a centrar en
uno de sus favoritos: la República Bolivariana de Venezuela.
Empecemos por un punto que
podemos compartir con el cuñado: Venezuela está atravesando un momento
delicado. Pues sí, esto es así, pero como muchos otros países del mundo. Ahora
bien, las dificultades que existen ¿son responsabilidad del actual gobierno de
Nicolás Maduro o del anterior, de Hugo Chávez? Evidentemente, parte de
responsabilidad tienen, sería estúpido negarlo. Pero habría que preguntarle al
cuñado de turno si antes de la llegada de Chávez al gobierno, las cosas
marchaban mejor en ese país. Y la respuesta es rotundamente NO.
Al contrario. El cuñado debería
saber que Venezuela antes de 1998 era el ejemplo de un país esquilmado por una
potencia extranjera en connivencia con las elites dirigentes. Un país que ponía
sus recursos naturales a disposición de una minoría adinerada. Un país en el
que la mayoría de su población era pobre y no recibía ningún tipo de atención
ni asistencia por parte del Estado.
El cuñado puede responder, “¿y
qué ha hecho Chávez para mejorar la situación?”. Pues bien, este es sólo un
pequeño resumen de la aportación del gobierno bolivariano para mejorar la
situación de la mayoría de sus ciudadanos:
POLÍTICA SOCIAL: Reducción del
número de pobres y también disminución de la desigualdad social. El hambre se
ha erradicado.
EDUCACIÓN: Se ha acabado con el
analfabetismo, al tiempo que ha aumentado en número de estudiantes en todos los
niveles, desde las guarderías hasta las universidades.
SALUD: Se ha reducido la
mortalidad infantil, casi la totalidad de la población tiene acceso a agua
limpia, se ha generalizado la asistencia sanitaria, creciendo a la vez el
número de médicos por habitante.
MUNDO DEL TRABAJO: Se ha reducido
el paro al tiempo que se han destinado más recursos a los desempleados.
No todo son luces, por supuesto,
y también tiene sombras. Dos de los problemas más acuciantes para el país son
la corrupción y la inseguridad ciudadana. Sin embargo, estos no han sido
problemas creados a raíz de la victoria de Chávez, como lo pone de manifiesto
el hecho de que en 1998 un informe
de Human Rights ya señalase lo escandalosamente habituales que eran los
asesinatos, las torturas o las ejecuciones extrajudiciales. Un problema
preexistente en Venezuela, de modo que, si acaso, se puede afirmar que no ha
sabido acabar con la violencia en las calles, pero nunca de haberla provocado,
como así les gusta narrar a los principales medios de comunicación.
Pero el cuñado es un ser muy
tenaz, de modo que irremediablemente acudirá a estos dos argumentos que ha
escuchado infinidad de veces en la radio: Venezuela es una dictadura y no
existe la libertad de expresión.
Pues tampoco es verdad. Lo cierto
es que la amplia mayoría de medios de comunicación son privados. Países como
Francia o Reino Unido tienen una representación mucho mayor de medios públicos.
La imagen de Mario Vargas Llosa en Venezuela, denunciando la falta de libertad
de expresión ante numerosos medios de comunicación, muy ilustrativa.
Fuente: http://www.eldiario.es/zonacritica/Perlas-informativas-abril_6_255884422.html
En cuanto a lo de dictadura,
pocos dirigentes mundiales se han sometido a tantos procesos democráticos
reconocidos y validados por organismo internacionales como Hugo Chávez: 14.
Pero un cuñado no claudica
fácilmente, y quizá saque a relucir aquel golpe de estado protagonizado por
Chávez en 1992. Habría que recordarle contra quién fue: Carlos Andrés Pérez, el
presidente responsable del episodio conocido como Caracazo, en el que la
policía abrió fuego contra unos manifestantes y acabó con la vida de, según la
versión oficial, 300 personas. El mismo presidente que fue depuesto por el
poder judicial por malversación de fondos públicos y fraude.
No estaría de más, hacerle ver el
doble rasero que siguen algunos a la hora de considerar movimientos de
protesta. Así, después de otro golpe de estado, esta vez contra Chávez en 2002,
el gobierno de España, presidido entonces por José María Aznar, legitimó de
forma apresurada ese acto antidemocrático, al tiempo que el diario El País
hacía lo propio con uno de los editoriales
más rastreros y bochornosos de la historia del periodismo.
En cualquier caso, ni todos los
argumentos del mundo, ni todas las certezas del universo serán capaces de
lograr que un cuñado reconozca que estaba equivocado. Pero si, al menos, usted consigue
que el cuñado diga refunfuñando “bueno, mejor no hablemos de política”, le
habrá vencido.
Los datos los he obtenido de:
Muy recomendable ver Al sur de la Frontera,
el documental de Oliver Stone que trata sobre los movimientos de recuperación
de soberanía que se están produciendo en América Latina contra las políticas
neoliberales del Fondo Monetario Internacional.
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