Últimas horas

Por Álvaro Alconada Romero 

Cartuchos, granadas, las dos armas bien calibradas, machete, píldora de cianuro… llevo todo. 
¡Mierda de cámara que no funciona cuando más debe! Bueno, quizás así sea mejor, así no tendrán palabras mías que distorsionar y sus mentiras serán sólo de ellos de principio a fin… 
Pienso en mi gente, en mis seres queridos, en los momentos dulces entre la belleza natural y la humana. Me vienen imágenes de las risas que compartí desde que nací en este mismo contexto que hoy la frustración, la rabia y, sobre todo, la consciencia, me impiden reconocer. Recuerdo mi juventud idealista, rebosante de sueños e ilusiones antes de que la lucha por los mismos se viera injustamente vana; antes de que mis manos jóvenes fueran obligadas a quedar paradas y mi mente recibiera tantos títulos como portazos; antes de ver cómo los mediocres creen justos sus lujos materiales enfermando de avaricia y consumo; antes de saber que nací condenado sin un claro enemigo, sólo la masa inconsciente de los que consiguen adherirse a la bola demoledora que arrasa todo sin preocuparse de entenderlo… 
Vivir esa repetida nausea frente al mundo de indiferencia del que podría haber formado parte feliz e inconsciente, es algo que me hace morir y matar para poder vivir conmigo mismo. No espero, como unos dicen, cien vírgenes en recompensa, ni una utopía ácrata, sólo que se oiga mi hartazgo después de la inútil queja educada y de haber desgastado mis mejillas, la tinta de mi boli y la sangre de mi juventud cumpliendo con una sociedad que sólo me devuelve marginación y sentimientos que nos llevan al odio o a la enfermedad mental. Esta sociedad “menos mala” en la que está todo dicho y no hay nada que decir, en la que está todo hecho y no hay nada que hacer, porque al fin y al cabo hace a las personas creer que sólo se puede decir o hacer de una manera, que sólo la fórmula dada es la correcta, sin más alternativas o aportaciones, sin respeto a lo ajeno, sin permeabilidad a la fomentada crítica ni al cambio, sin justicia ni derechos para tantos…
Esta noche se impondrá la atrocidad como alternativa, porque llega un momento que, cuando la diplomacia no avanza y la opresión persiste, sólo queda empuñar las armas. Sí, esto es una guerra, y realmente no hay más bandos que los conscientes frustrados y los indiferentes. Europa está en guerra, y que no se engañen: está en guerra consigo misma. 

(NOTA DEL AUTOR: Buscar razones no implica justificar los hechos que acontecen… ¡vive! ¡crea!).

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