“La loca de la casa”


Por Berta Echániz Martínez


Si no la usas, se marchita. Le ocurre como a esa patata frita que se cuela disimulada tras el cojín del sofá y cuando la vuelves a ver, pasada una semana, ya no se la quiere comer ni tu perro… pues eso. Pero no sólo se arruga y pierde elasticidad, también adquiere una espantosa tonalidad gris mugre que nubla cualquier atisbo de color que asome divertido entre tu pelo. A quienes la han dejado evaporarse, se les reconoce con facilidad: piel mortecina, pétreos ojos y mueca aburrida. Son gentes que siempre están cansadas y repiten fatigas sin cuestionarlas. Sin embargo, no hace tantos inviernos, esas mismas gentes buscaban convencidas una cama con boliche para hacerla volar, y poder ir sobre ella a un país donde las orugas fuman en cachimba y te hacen preguntas incómodas. Han olvidado que, en algún momento, subieron a un coche pensando que si escuchaban atentamente el ruido de su motor, conseguirían elevarse y surcar mares de nubes perezosas. Porque, en definitiva, si dejas que se oxide, llegará un día que ya no recordarás su nombre, los trazos de palabras no podrán devolverte agradecidos una aventura y por mucho que rías, no subirás un palmo del suelo, ni llegarás a la hora convenida para celebrar tu merienda con ese dragón tan chisposo que conociste. Porque con ella, una tediosa cola en un banco, puede llegar a convertirse en el atraco perfecto. O, incluso, cuando los nudos aprietan, te permite inventar letras capaces de deshacerlos con sólo gritarlas. Porque si la disfrutas, silbarás, casi sin darte cuenta, notas que cambiarán las cosas de sitio y empujarán canciones afónicas al lugar del que nunca debieron salir. Porque si la mimas, si la compartes y la estiras, comprobarás que vuelves a bailar sobre los charcos y a soñar en almohadas de pompas de jabón. Y sí, se puede recuperar. No es sencillo y requiere constancia, pero sé por quienes lo han logrado que el resultado bien merece la pena el esfuerzo, tan sólo hay que ponerla en movimiento tres ciempiés cada semana. Y si no funciona, siempre puedes escribir a los Reyes Magos pidiéndoles que te la devuelvan, estoy segura que estarán encantadísimos de poder ayudarte.


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