La sensación térmica

Por Juan Pedro Carretero Fernández

Cuando en la televisión sólo existían la Primera y la Segunda, el hombre del tiempo era conocido por todos, lo conocía la abuela, el tío, la vecina, joder, lo conocía yo con nueve años. Ese hombre era un mago, ese hombre era un Dios, sabía con certeza -con no sé qué de las isobaras- el tiempo "para hoy, para mañana, para toda la semana" y no fallaba: ese señor trajeado decía que mañana la temperatura iba a ser de ocho grados, y eso estaba "clavao". Hoy en día es diferente, ahora tenemos dos medidas térmicas, mejor dicho la medida es la misma en grados Celsius, pero con diferente sensación. Es decir, el termómetro marca nueve grados centígrados, pero yo tengo un frío del carajo. Ahí, señores, aparece la sensación térmica, personal e intransferible de cada uno, con un par... Ahí, el hombre del tiempo ya no puede decirme nada sobre cómo puede él medir mi sensación o la tuya.


Igualmente me pasa con la política, existe la buena o mala política, dependiendo de lo que me diga "el hombre de la política". Este hombre marca tormenta en el mapa dependiendo del canal que le pague, no como cuando yo era pequeño que sólo estaba la primera o la segunda cadena... Dicho esto de las sensaciones térmicas o, en este caso, políticas, yo tengo mi sensación tan personal como la térmica, y es la de estar hasta los mismísimos de ladrones, chupópteros, usureros, mafiosos y, como no, de la casta, término éste que me definió hace poco un tío inteligente que sabe mucho de “perros rojos”. En fin, quiero terminar diciendo que cuando el grajo vuela bajo, hace un frío del carajo, y la política en España y su sensación térmica es de temperaturas extremas, bajas, y ante esto hay que prepararse para un largo invierno, abrigarse y buscar refugio donde veamos una hoguera encendida, un hogar, y sabremos que pronto será primavera.
 

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