Por Álvaro Alconada Romero
La “discapacidad” es definida a partir de la “normalidad”: un concepto construido socio-culturalmente que establece las formas medias en la resolución de tareas. Por tanto abarca la interacción de las características físicas y la evaluación desde la sociedad en cuestión. En nuestro ámbito la persona es clasificada como discapacitada en función de deficiencias, limitaciones y/o restricciones respecto a otros individuos en uno o varios ámbitos que quedan plasmadas a nivel psicométrico y social antes de la mayoría de edad.
En las definiciones más modernas y aceptadas encontramos, por una parte un abordaje multidisciplinar con una importante carga social y, por otra, diferentes tipos de capacidades o inteligencias. Ligando estos dos aspectos podemos concluir que, de manera general, en una sociedad basada en la eficacia productiva y su valoración social a través de la retribución económica, la designación de discapacidad estará mediada por la preponderancia de este tipo de tareas y se clasificará como discapacitadas a las personas cuya eficacia esté por debajo del criterio establecido en la resolución de dichos problemas.
Sin embargo la variedad de circunstancias que afectan al individuo y a sus propias capacidades hace exhortativos una visión abierta y un abordaje multidisciplinar de la discapacidad, abarcando áreas como la psicología, el derecho, la sociología, la biología, nuevas tecnologías… que nos den un enfoque variado y soluciones diferentes para una intervención integral y lo más efectiva posible para maximizar las potencialidades del individuo.
Además, para la potenciación de las facultades y calidad de vida de la persona, también es necesario tener en cuenta un acercamiento individualizado y desde diferentes enfoques, ya que la persona con discapacidad intelectual tiene otras muchas características, está inserta en la sociedad y en ella se desarrolla y debe cubrir sus necesidades.
Las intervenciones en discapacidad están mayormente vinculadas al ámbito educativo y laboral y en esta integración la heterogeneidad se presenta de manera evidente.
Al referirnos a la educación, la potenciación de las habilidades del individuo así como sus posibilidades de adquisición de conocimiento requiere un esfuerzo continuo, coordinado e interactivo de los diferentes profesionales con el fin de abastecer a la persona de posibilidades que se adecuen a sus capacidades. Este es el enfoque desde el que se acuñó el término de Necesidades Educativas Especiales, haciendo hincapié en la necesidad de adaptar contenidos y metodología a las necesidades y potencialidades del alumno en vez de centrarse únicamente en la asimilación por parte del alumno de las capacidades demandadas por el sistema educativo. Este enfoque busca la integración de todos en el aula, como lugar de interacción social, desarrollo y aprendizaje, promoviendo la integración y dejando atrás la homogeneización absoluta de los alumnos en la que se basaban otros modelos en el pasado. El hecho de dar prioridad a la integración no implica dejar de lado otras medidas específicas para la persona con discapacidad, así como la coordinación con su entorno familiar en función de sus necesidades.
La incorporación al mundo laboral es otro de los esfuerzos que trae consecuencias positivas en la integración y la salud mental de las personas discapacitadas. El hecho de asumir responsabilidades implica y fortalece la autonomía y tiene como consecuencias la mejora de la autoestima y la participación en la vida comunitaria. Dentro de la familia se reformula el rol de la persona al tener obligaciones propias y suele ser un medio importante para encontrar relaciones y apoyos sociales. Socialmente la ausencia de trabajo se vincula a la inutilidad y por tanto ha sido un elemento importante en el enfoque terapéutico y se han puesto medios para incidir en ello (centro ocupacional, centro especial de empleo o empleo con apoyo).
Pero además de referirnos a la educación y al trabajo como medios de integración, realización y desarrollo, también hay que tener en cuenta la complejidad de cada una de las etapas del ciclo vital y otras cuestiones que se nos plantean en interacción con estas actividades y la discapacidad. Así, desde el entorno familiar se nos presentan dilemas y circunstancias como el apoyo de la familia en la realización de actividades, las posibilidades económicas de que disponga, si está en riesgo de exclusión social, el rol y soporte familiar de la persona, qué ocurre cuando la persona con discapacidad envejece y sus padres/tutores faltan o necesitan ayuda, cuando llega la edad de jubilación y tiene dificultades para seguir con el trabajo...
También el entorno en el que se realizan actividades de ocio y tienen lugar las relaciones sociales nos hace plantearnos dilemas relacionados con las etapas de desarrollo personal y las necesidades y anhelos propios de las mismas y/o de la sociedad en la que vive: la esperanza de vida, el afrontamiento de la muerte, el grado de autonomía, el afecto, la sexualidad y anticoncepción…
Todos estos aspectos son comunes al desarrollo de cualquier individuo y el abordaje de la discapacidad tiene que tenerlos en cuenta si quiere alcanzar una actuación efectiva en la mejora de la calidad de vida de las personas y en su consideración humana. Así mismo tiene que haber una evaluación del grado de capacidad no sólo a nivel biológico o neurológico para ver posibilidades, fármacos y terapias, sino también a nivel legal para facilitar la convivencia, asignar apoyos o evaluar aspectos como el posible grado responsabilidad o imputabilidad. Las diferentes disciplinas tienen que unir esfuerzos en pro de una sociedad más justa en la que se pongan todos los medios para el desarrollo y la felicidad de todos los ciudadanos. La integración es una lucha de todos para todos. Pero aún hay un largo camino por recorrer, el énfasis en la integración laboral y educativa tiene que venir acompañado del respeto a la diversidad en todos los ámbitos a través de un mayor conocimiento por parte de toda la sociedad de las diferentes capacidades de aportación que tienen sus miembros. La convivencia en diferentes contextos, la normalización de la diversidad y la información por parte de los medios de comunicación pueden ser los primeros pasos para eliminar prejuicios y acabar con la discriminación o a una victimización que sólo lleva a la asunción de una profecía que elimina las posibilidades de autonomía y realización.
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