El sofá de Inditex
Por Miguel Ángel Viso Camenforte
Mejor tomárselo a risa. El pasado domingo 28 de septiembre se emitió en Cuatro una esperada entrevista del publicista Risto Mejide al eurodiputado Pablo Iglesias, en el programa “Viajando con Chester” del canal Cuatro. No voy a analizar la entrevista en su totalidad ni a destacarla desde ningún punto de vista político. Desconozco la ideología del presentador y no conozco sus empresas. Sé, por lo que la televisión nos enseña, que Risto comenzó como jurado en el programa de Tele 5 “Operación Triunfo”, creándose desde el principio una imagen muy definida. Escondido en sus gafas de sol y siempre serio, no dudaba en realizar críticas destructivas que pronto se convirtieron en uno de los ingredientes principales para la audiencia. El Risto de la televisión es un producto publicitario, él mismo lo ha afirmado en varias ocasiones. El Risto personal, íntimo y verdadero no tengo el gusto o disgusto de conocerlo.
En la entrevista hubo un momento que me llamó la atención de forma airada. Fue la defensa que realizó de los grandes empresarios como Amancio Ortega o Isidoro Álvarez, entre otros, por su capacidad de crear empleo en la sociedad española. ¿Eso es un análisis riguroso? ¿Debemos exigir a los grandes empresarios que creen puestos de trabajo y punto? ¿Las condiciones laborales de dichos puestos no importan? ¿No reformamos el fisco para que estos “peces gordos” de los negocios paguen más impuestos? ¿Acaso no es importante que el Estado ingrese dinero en las arcas públicas de los que más tienen para mantener los servicios públicos de todos? ¿De verdad necesitamos rebajar tanto el nivel moral y la dignidad de la sociedad? Es evidente que esta maldita crisis ha trastocado la sociedad ampliando las diferencias entre los más ricos y el resto, cada vez más empobrecido. La precariedad lleva a amplios sectores de la población a aceptar trabajos rematadamente mal remunerados y con pésimas condiciones mientras los beneficios de los grandes empresarios no dejan de aumentar. Nunca he sido bueno en matemáticas, tal vez por eso me cuesta despejar la incógnita. ¿De verdad un gran empresario como Amancio Ortega merece un trato privilegiado porque crea muchos puestos de trabajo en una crisis en la que su fortuna no ha dejado de aumentar?
La tan de moda “Marca España” también debe ser esto. Los grandes empresarios nacionales no dudan en beneficiarse de la deslocalización para ahorrarse gastos de producción en países del tercer mundo o en vías de desarrollo, convirtiendo a aquellos trabajadores en los nuevos esclavos del siglo XXI. Del mismo modo, la marca nacional debe ser que estos grandes creadores de puestos laborales no tributen en España para proteger sus imperios en paraísos fiscales. Son los patrioteros de siempre, que nadie se lleve a engaño. Lo que ellos hacen no es salvar a sus compatriotas, no son héroes ni divinidades benefactoras de la sociedad.
Volviendo a la entrevista, debo decir que me llamó la atención que Pablo Iglesias no hablara de esto. Hubiera sido muy sencillo recordar los míseros salarios que, por ejemplo, Inditex paga a las trabajadoras y niños que fabrican la ropa en talleres clandestinos, insalubres e inseguros de La India, Brasil, etc. ¿Ya nadie recuerda aquellos terribles accidentes como el de Bangladesh en abril de 2013? Son miles los muertos en talleres ruinosos que exponen sus vidas por menos de 30 euros al mes y con condiciones propias del siglo XIX. (Artículo de Cristina G. Bolinches, en el diario.es (15/03/2014)
No quiero creer que es la forma del ser español. Imaginar que cualquiera de nosotros si estuviésemos en el lugar de estos grandes empresarios, haríamos las mismas prácticas para exprimir al máximo cualquier vía de rentabilidad económica personal, me parece erróneo. La sociedad se está organizando en multitud de plataformas cívicas para cambiar el modelo de país y confío en ese cambio redistribuidor de la riqueza y la justicia social. Y evidentemente, el cambio que necesitamos en la economía debe ir acompañado de un cambio profundo en la ética política y social de los trabajadores y las trabajadoras. Mejor tomarse a risa el comentario de Risto, tal vez fuese irónico o simplemente intencionado para generar polémica y que su producto siga comprándolo la audiencia, pero que nadie se lleve a engaño con estos “grandes de España”.
Manual del buen lameculos
Por Eduardo Bueno Vergara
Si es usted periodista, columnista o, en general, uno de esos opinadores a sueldo de un gran medio de comunicación, cada poco tiempo se encontrará con que algún ilustre personaje de la política o el mundo empresarial ha fallecido y usted es el responsable de decirle a la gente, cómo de buena era esa persona, y cómo de grande es la pérdida para todos. Y eso, por supuesto, a pesar de que, en realidad, el muerto no era precisamente un ciudadano ejemplar. Dos de los últimos que han pasado a peor vida (para ellos ha de ser peor a la fuerza) son el archibanquero Emilio Botín y el empresario Isidoro Álvarez, presidentes durante mucho tiempo del Banco Santander y El Corte Inglés, respectivamente.
A la gente de a pie, la muerte de esos dos personajes, lo cierto es que ni nos va, ni nos viene. Para nosotros, una respetuosa esquela o un sencillo “vayan con dios”, sería más que suficiente. Pero Usted, señor periodista, columnista u opinador a sueldo, ha de conseguir que, de alguna forma, sintamos profundamente esas pérdidas. Una buena forma (y honesta) sería escribir la verdad sobre el banquero y el empresario, es decir, que les gustaba la buena vida, que llegaron a acumular cantidades obscenas de dinero, que no les importó lo más mínimo los derechos de clientes desahuciados o trabajadores sindicados. O sea, que fueron dos de los representantes de eso que se llama “casta” y, por tanto culpables directos del atraso en derechos civiles que padecemos.
Pero claro, señor periodista, columnista u opinador a sueldo de un gran medio de comunicación; si usted hiciera eso, dejaría de ser periodista, columnista u opinador de un gran medio de comunicación y, de inmediato, pasaría a engrosar la lista del paro de este bendito país. Por ello, para que usted pueda seguir llegando a fin de mes (no como les ocurrió a Botín y Álvarez), pongo a su disposición esta pequeña guía para encubrir la verdad y, hablando en plata, lamer el culo sin tener que estrujar demasiado las neuronas. En cualquier caso, ninguna guía bienintencionada podrá sustituir a la imaginación de un zalamero agradecido.
Imaginemos que el ilustre fiambre era un declarado evasor de impuestos, usted, amigo periodista, lo que debe señalar es que “era un empresario internacional” o que “para él nunca existieron las fronteras”. El siguiente paso parece evidente: si realizaba constantes viajes a Suiza para todos sabemos qué, pues “era un hombre de mundo”, sin olvidar por supuesto el terruño –que eso le mola mucho a la gente- recordando que -por ejemplo- era un “cántabro universal”.
Si el fallecido se caracterizaba por realizar declaraciones fuera de lugar y era, en suma, un impresentable, en realidad hay que señalar que “nunca eludió la polémica/el debate” o, si quieres ser más gráfico “nunca tuvo pelos en la legua”. Aunque la más acertada sería sin duda “no dejó indiferente a nadie”.
Supongamos que el homenajeado había formado parte de un gobierno fascista. Eso debe ser obviado y en su lugar, decir que “con la Transición abrazó los valores democráticos”, contribuyendo con ello a divulgar esa curiosa metamorfosis made in spain de quienes se acostaron franquistas y se levantaron demócratas.
Hay muchos grandes empresarios y banqueros que están muy cerca del poder político. Tan cerca que financian determinado partido o guardan un puesto en el consejo de administración de sus empresas para ministros retirados. Queda terminantemente prohibido aludir a esas relaciones (aunque los funerales de estado se llenen de políticos del PP y PSOE). En lugar de ello hay que pasar de puntillas con un “no se interesó en la política” o “fue un hombre de consensos”.
Algo importante: nunca olvide usted, periodista, columnista u opinador, que un empresario no tiene asalariados trabajando para él, sino que “crea puestos de trabajo”. Y si los salarios son bajos, olvídese de mencionarlo, puesto que el gran empresario lo que hace es “dotar de gran flexibilidad a su compañía”. Esto se puede completar con alguna fórmula pedante y carente de todo sentido como “entendió la realidad del siglo XXI” o “modernizó sus estrategias de mercado”. Si usted tiene pocos escrúpulos puede afirmar que “fue un visionario”, y si además de pocos escrúpulos, nació en tiempos Maricastaña, no tenga empacho en señalar que “fue un adelantado a su tiempo”.
Olvídese de los despidos o de los ERE’s que pudieron realizar, al tiempo que los salarios de los miembros del consejo de administración eran millonarios. Por supuesto, no se le ocurra mencionar que un banco pudo ejecutar centenares de desahucios y dejar a ciudadanos en la calle y con una deuda para toda la vida. Puede sustituirlo por un socorrido “supo capear los momentos de crisis”. Las metáforas climáticas son una mina, aprovéchelas: “se sobrepuso al terremoto financiero”, “evitó el tsunami de Lehman Brothers”, “esquivó la tormenta de la deuda”… no sea tímido, cuanto más estúpida y barroca sea la frase, más puntos ganará ante sus jefes, ya que indica hasta dónde está dispuesto a rebajarse.
Por no extendernos más, un último consejo: nunca, nunca, nunca olvidar que, por muchos yates, deportivos, aviones privados, cuentas en paraísos fiscales, pasado oscuro o amigos dictadores que un ilustre fallecido tenga, es él quien nos hace un favor a la gente normal. Procure que quede claro cuánto le debemos.
Para concluir, vayamos con un ejercicio práctico. Si muere un gran empresario, banquero o político de renombre, vea usted la diferencia entre estas dos construcciones:
ASÍ MAL: El Señor (ponga aquí el nombre que desee) era un evasor de impuestos, un bocazas, colaborador del fascismo y extendió sus redes entre los principales partidos políticos del país. Tuvo a un gran número de trabajadores a quienes pagó un salario de miseria. Llevó a cabo incontables despidos entre la plantilla, al tiempo que su banco desahuciaba a familias. En realidad, se lucró a costa de los demás y llevó una vida de lujo mientras muchos de sus conciudadanos rebuscaban entre la basura para llevarse algo a la boca. Tanta paz lleves como descanso dejas.
ASÍ BIEN: El Señor (ponga aquí el mismo nombre) era un empresario internacional para el que nunca existieron las fronteras, un hombre de mundo. De marcada personalidad, nunca eludió la polémica y, con la Transición, pronto abrazó los valores democráticos, dejando a un lado cuestiones políticas Y apostando por el consenso. Creó multitud de puestos de trabajo y supo entender la realidad del siglo XXI, flexibilizando su compañía, capeando los momentos de crisis a la perfección. El pueblo español, que tanto le debe, lamenta la pérdida irreparable de este visionario.
¡Ah, y no lo olvide! ¡El objetivo de los dueños de multinacionales no es ganar dinero, es hacer de este mundo un lugar mejor! Y si alguien le replica “mejor sí, pero para ellos”, no dude en llamarlo demagogo o populista, eso siempre es muy socorrido.
Muy recomendable: artículo de Beatriz Gimeno, "Dime a quién lloras y te diré quién eres", en el diario.es (18/09/2014)
Entendre el conflicte àrabo-palestí (I)
Por Virgili Rico García
Al número 2 de El Perro Rojo, el company Eduardo Bueno deia al seu article titulat Israel y Palestina, 60 años de genocidio: “no se trata de hablar de buenos y malos, sino de dejar claro qué posición defendía cada uno. La historia no tiene que juzgar, sino comprender y explicar”. Doncs bé, jo en aquest article, i aprofitant la lectura del llibre Palestina, ocupació i resistència. Manual pràctic sobre la qüestió palestina i el conflicte àrabo-israelià de Salah Jamal, he volgut fer un xicotet resum que dividiré en tres articles diferents, d’aquest perquè em sembla necessari, i seguint les paraules del Eduardo, conèixer millor el conflicte àrabo-israelià, perquè com bé diu el meu company, “al parecer no hay causas. Simplemente es una espiral de irracionalidad que se està llevando por delante la vida de muchos inocentes. Israel –se dice- inicia una ofensiva en respuesta al lanzamiento de cohetes por parte de Hamás. Pero la realidad es otra bien distinta.”, i aquesta realitat ve de lluny, de ahí la redacció d’aquest article per al nº d’octubre de El Perro Rojo.
Per entendre el conflicte àrabo-israelià entre palestins i jueus, cal fer en primer lloc una contextualització geogràfica e històrica. El territori que ocupa Palestina es situa al precís melic del món àrabo-musulmà, situació que li atorga un gran valor estratègic. Més de la meitat de la població palestina es troba exiliada, mentre l’altra part es divideix entre els territoris de Cisjordània, Gaza i el nord de la Palestina històrica, lloc on es va fundar l’estat d’Israel.
Palestina sempre ha sigut una terra envaïda i martiritzada degut a les batalles produïdes principalment per motius econòmics i estratègics, i en moltes vegades també per motius religiosos. Al llarg de la història el territori palestí va ser conquerit per un continu de pobles i grans potències: els ghassulians (4000 aC), els cananeus (2500 aC) –aquests formaven part de les múltiples onades migratòries d’origen semita procedents de la Península Aràbiga-, els egipcis (2300 aC), els israelians –Josué va creuar el riu Jordà i va conquerir Jericó (1240 aC) i més tard (1020 aC) es va formar el regne hebreu que durà fins al 917 aC, quan van ser derrotats pels assiris, els filisteus (1185 aC) que donaren nom a aquesta terra (Falastin-Palestina). Els filisteus van mantindré diverses guerres contra els hebreus. Salmanasar III d’Assíria envaeix la regió i hi imposa la seva autoritat (842 aC), Sargon II envaeix el regne d’Israel i porta la població a l’exili (722 aC). Nabucodonosor tornarà a portar els habitants del regne de Judà a l’exili (587 aC) que tornaran després de la conquesta de Babilònia i tota la regió per Cirus (538 aC). Alexandre el Gran envaeix tota la Mesopotàmia i Egipte (332 aC). El 64 aC arribaren els romans i a partir de l’any 636 arriba l’era de la conquesta àrabo-islàmica amb les seves diferents variants. Els croats ocupen Palestina i Jerusalem l’any 1099. Els musulmans, conduïts per Saladí, reconquereixen Palestina i alliberen Jerusalem l’any 1187. Els musulmans turcs ocupen i governen Palestina durant 4 segles (de 1517 a 1917) i per últim, els anglesos en el curs de la Gran Guerra ocupen Palestina el 1917. Com podeu veure, Palestina va ser envaïda per un continu de pobles y grans potències, sent aquestes les més destacades. Aleshores, vos preguntareu, per què els jueus consideren Palestina com exclusivament seua?.
Els jueus, des de l’any 135, són una minoria religiosa, inclòs durant l’època de la dominació dels croats europeus, les cròniques parlaven de la total desaparició dels jueus. La derrota d’aquests front les tropes de Saladí va permetre la tornada d’un xicotet contingent de jueus degut a la llibertat de pràctica religiosa que va imposar el califa musulmà. Durant els processos inquisitorials protagonitzades per diferents països europeus contra les minories, on destaquem la dels Reis Catòlics contra moriscos i jueus, motivaren l’arribada a Palestina d’uns quants centenars d’aquells jueus deportats, i van ser molt ben rebuts. Aleshores, com i quan es va trencar aquesta llarga harmonia? A mitjan del segle XIX emergien a Europa moviments de caràcter nacionalista, que provocaren guerres, matances, canvis de fronteres, desplaçaments de poblacions, sent els jueus una de les ètnies que sofriren aquests contratemps. Això provocà en alguns sectors jueus la necessitat de tenir una llar pròpia en algun territori, i entre aquests, Palestina fou el territori que amb més força va emergir i Gran Bretanya es va convertir en el principal aliat dels jueus.
Gran Bretanya tenia uns motius privats, entre els quals destaquem la creació en el cor del món àrab d’una entitat aliada i, alhora, estranya i hostil als pobles de la zona. Per tant, la funció d’aquesta entitat seria la col•laboració en la protecció i el manteniment dels interessos –rutes vitals com el canal de Suez, petroli, etc- dels colonialistes de torn.
Un altre fet important a destacar és els privilegis que atorgà l’imperi otomà als grans terratinents i grans famílies tradicionals. Aquests (sirians, palestins, turcs i sobretot libanesos) van ser grans col•laboradors del decadent imperi otomà i posteriorment de l’imperi britànic. Es varen produir actuacions favorables a aquestes famílies, mentre els petits camperols palestins es veien obligats a malvendre les seues terres als mateixos terratinents. Com podrà comprovar el lector, grans extensions de terra palestina van quedar en mans de gent aliena al país. Els primers messiànics sionistes, anomenada “la primera onada”, es van fixar en aquesta gent per comprar-los algunes hectàrees de terres per construir-hi granges agrícoles, finançades pel multimilionari banquer i especulador jueu Edmond Rothschild que va sostindré econòmicament les primeres colònies jueves a Palestina. Com vegeu, els jueus aprofitaren la feblesa econòmica dels petits camperols palestins i compraren, no als propis palestins que van haver de malvendre les seues terres, si no als foranis i grans terratinents. El 1898, vist l’èxit d’aquesta primera onada, es va constituir a Londres el Comitè Colonial Jueu i, més tard, el Banc Colonial Jueu per organitzar i finançar els immigrants i colonialistes jueus que es dirigien a Palestina. Entre els anys 1905-1907 es produí la “segona onada “ dirigida per David Ben Gurion, que va imposar el criteri de fer servir mà d’obra exclusivament jueva, formant col•lectivitats agrícoles estrictament jueves (kibutz), protegides per una mena de grup paramilitar anomenat hashomer, que anys més tard es convertiria en la Haganah, el braç armat del moviment sionista. Tot això, fins la Primera Guerra Mundial, provocà en la zona un autèntic caos caracteritzat per la repressió turca sobre els palestins, les contínues protestes dels autòctons, les escaramusses amb els colons jueus, etc.
Durant la Primera Guerra Mundial, Gran Bretanya, situada al bàndol aliat, s’enfrontà a l’imperi turc que formava part de les potències centrals. Els britànics, per una banda, prometeren als països àrabs la independència de tota l’àrea de la lluna fèrtil (Síria, Líban, Palestina, Jordània, Iraq, el nord d’Aràbia), mentre, alhora, els aliats es van haver de comprometre a donar suport als plans dels jueus de colonitzar Palestina si volien obtenir ajuda financera i per la influència sionista als Estats Units perquè aquest país es decantés a favor dels aliats i participés activament en la Primera Guerra Mundial i, finalment, distanciar els jueus russos de la revolució bolxevic de Lenin. Aquest joc només s’entén pels perversos interessos de les potències europees.
Els aliats es debilitaren durant la guerra i necessitaren més que mai l’ajut dels Estats Units. Gran Bretanya es va posar en contacte amb Weizmann, figura més destacable del sionisme mundial, i li va demanar la mediació davant el lobby judeo-sionista dels Estats Units perquè influís en la decisió d’intervenció d’aquest país en la guerra. Però res és gratuït, i Weizmann li va demanar a l’alt funcionari britànic Sykes en una reunió a casa seua, que anunciés que el govern britànic estaria “disposat a ajudar els jueus a colonitzar Palestina”. Gran Bretanya va haver de acceptar-ho per dos motius: l’entrada dels Estats Units a la guerra i per la creixent adhesió de la joventut jueva a Rússia cap a la revolució bolxevic de Lenin, qui era partidari de la retirada de Rússia de la guerra contra Alemanya i els seus aliats.
Per tant, com veieu, Palestina és un lloc estratègic per la defensa de la zona poblada pels països àrabs. No es tracta de reclamar una terra arravatada als jueus, més bé es tracta de tindre uns aliats en la zona, i aquests han sigut els jueus. En pròximes entregues de El Perro Rojo continuaré la sèrie d’articles sobre el tema encetat en aquest número, així que no deixeu de llegir-nos! Perquè un poble adormit què no coneix la seua pròpia història és un poble servil a les ordres dels interessos dels poders que ens governen.
Cómo reconocer a gentes llorisquetas
Por Berta Echániz Martínez
Dice mi buena amiga doña Sifonáptera que hay gentes que es mejor evitar trazando un grueso perímetro de seguridad que proteja nuestras siluetas. Y… ¿cómo coño se hace eso? le pregunté una de esas tardes amarillas de té y bolones de pica-pica. Claro, para ella resultaba muy fácil, es tan tan pequeña que, enfundada en una gota de lluvia, es capaz de impermeabilizarse contra esos posibles agentes venenosos. Pero, sus consejos para un ser de contorno medio como yo se me antojaron un tanto peregrinos: que si un chaleco de agujas de Parodia Pinchuda, eficaz para amedrentar con sus certeros arañazos, que si una diadema de cáscaras de huevo podrido para ahuyentarles con el fetor, que si unos guantes de lana de Oveja Pellizcosa idóneos para dolorosos apretones de manos… En efecto, valiosos artefactos que me alejarían no sólo de esos especímenes maliciosos, sino de toda criatura viviente que tuviera la osadía de acercarse a mí.
Esa misma noche, soñé en colores la solución. Necesitaba dibujar un perfil, algo así como un radar visual que me permitiera reconocer, con cierta premura y una pizca de rigor científico, a aquellos seres esquivables y así, poder salir corriendo, cual alma endiablada, ante la menor señal de alarma. No iba a ser una tarea fácil, porque la tipología es amplísima y abarca un sinfinito mosaico de personajes. A ver, por ejemplo, Gilipollas hay muchos y por todos los rincones, pero menos mal que hace ya tiempo que sabemos cómo invocar un rítmico detector para descubrir su presencia, gracias amigos. Así que la idea no era nueva (ninguna lo es en este bigudí histórico por el que jugamos a ser funambulistas), pero entre todas esas gentes despachables, esta vez, debía hilar más fino, debía elegir un tipo concreto. Y fue entonces cuando el garabato onírico apareció esbozado: las gentes “Llorisquetas(1)”.
¿Qué es un Llorisqueta? ¿Cómo reconocer a una Llorisqueta? Las gentes Llorisquetas no son fáciles de reconocer a simple vista, ojalá lo fueran, nos evitaríamos esa imperiosa necesidad de mandar a la mierda que, en algunas ocasiones, parece asomar por nuestra boca en forma de eructo ineludible (y que, humildemente, recomiendo desde aquí reprimir cada vez menos, porque ese regüeldo nonato rebota en la garganta y encuentra acomodo en la pancha, adquiriendo la terrible forma del conocido como “pedo atravesao” y eso, ya lo dicen las Sabias Abuelas, es harina de otro costal, porque desalojarlo requiere técnicas mucho más expeditivas). Por otro lado, tampoco son cómodas de identificar: no poseen la piel color ceniza de las gentes Grises del Paraje de los Bostezos, ni visten esos trajes de tela soberbiana que caracterizan a las gentes Huecas de la Charca de Villapedantería. No, aún no se ha descubierto rasgo externo que permita ese rápido reconocimiento. Porque, aunque su nombre pueda desorientarnos, no suelen soltar lágrimas físicas, de esas que saben a mar, sus llorisqueos se camuflan bajo la fórmula de queja tediosa y prolongada. Por eso, no nos queda más remedio que recurrir a algunos episodios de nuestro cotidiano discurrir vital donde esas temibles gentes son incapaces de disimular que proceden del Lago Estancado del Quejío Perpetuo. Porque, ¡cuidado!, les gusta hablar, pero les gusta mucho más que les escuches y, a ser posible, asientas con una cabeza de autómata todos sus comentarios y acabes diciendo algo así como: ¡carambola, qué desdichada Llorisqueta, es increíble que con todo lo que tiene encima esté aquí, hablándome a mí, a una sucia mortal!
Por ejemplo, aunque hayas abierto un ojo con el primer tenue resplandor del alba o empalmes el limón del último tequila con el café de la máquina laxante de tu oficina o, incluso, aunque hayas pasado toda la noche en vela escribiendo con tus propias lágrimas un poema de amor despechado, jamás de los mil jamases habrás madrugado tanto como un Llorisqueta. Y lo sabrás porque ellos se encargarán de decírtelo, siempre lo hacen. Te dirán que se han despertado prontísimo o que apenas han podido dormir porque bla, bla, bla, bla… Sus razones siempre tendrán más enjundia que las tuyas. No te esfuerces, poseen esa innata habilidad para sentenciar argumentos capaces de encumbrarlos (a ellos mismos y a sus argumentos) al podio cósmico de las estrellas. Y siempre tenderán a justificar una ardua tarea, un trabajo ímprobo, un horizonte adverso que sólo ellos han sido llamados a vivir.
A la hora de pagar las cañas, tampoco te será fácil adivinarlos, porque no rezuman ese tufillo que te advierte de la presencia de esas gentes del Escurridizo Cerro de los Gorrones. Ellos pagarán, pero te dirán que quizá sea la última vez que puedan hacerlo o la última ocasión en la que te invitan porque bla, bla, bla, bla… Aquí es donde entra en juego el quejío sempiterno y exagerado de la falta de dinero. Un fenómeno curioso donde los haya porque, además de adherirse, casi sin darte cuenta, a otro tipo de lamentos varios, finalmente acabas comprobando que esa carestía monetaria no es real, sino que forma parte de un disfraz que oculta un halo de miserabilidad sólo comparable a la aureola mística que se esfuerzan por conservar.
Tanto si trabajan como si no, nunca acaba de gustarles lo que están haciendo, porque siempre quieren más o prefieren menos. Recuerda, aunque no preguntes, continuamente sabrás de sus lamentaciones para que puedas confirmarlas con tus muecas de pasmo y admiración. (Ensaya para esto si, por alguna causa que prefiero ignorar, quieres caer bien a un Llorisqueta). Y te dirán que no están contentos, que no se sienten satisfechos porque bla, bla, bla, bla… Además, la cosa empeora cuando se hallan perseguidos por sombras maléficas que les impiden encontrar su legítimo papel protagonista en esta comedia y creen ser objeto de odios cavernosos y eternos que paralizan su merecido ascenso al Paraíso de la Fama Gloriosa.
Qué queréis que os diga, resulta taaaaaaaaaan cómodo esto del Llorisqueísmo que creo que hasta yo misma, alguna vez, he coqueteado con sus anzuelos. Pero yo no quiero ser una Llorisqueta, tampoco quiero sentir de cerca sus alientos lastimeros y, precisamente por eso, he tratado de compartir mi afán por reconocer a estas gentes. Porque si algo me molesta realmente de ellas, no son sus soporíferos quejíos, ni sus encubiertas formas miserables, ni tan siquiera sus demostraciones de virtuosismo pedorro, lo que más me jode es su falta de movimiento y su aprensión ante cualquier atisbo de revolución en su complaciente entorno. Porque llorisquear se convierte en la excusa perfecta para no hacer nada, porque mientras exhalan sus bufidos pesarosos no tienen tiempo para descubrir qué nuevos colores resultan de mezclar un sol de otoño con un muérdago rojo de Navidad, porque, en el fondo, disimulan sonrisas porque están encantados de que nada cambie, porque sin sus llorisqueos tan sólo les quedaría la Abrumadora Nada. ¡¡Jaaa, os tengo calados Llorisquetas!!
(1)
El término “Llorisqueta” posee una ventaja gramatical para quienes se
dedican al cultivo del lenguaje no sexista, evitando el uso de las engorrosas
“/as” o la búsqueda de un genérico envolvente. Sirve para todo género y
condición, tan sólo tienes que añadir el nombre que más te guste (Ej. La Niña
Llorisqueta me siguió hasta el portal) o el determinante que más rabia te dé
(ej2. Anoche me topé con un Llorisqueta de aúpa). Por eso y porque Llorisquetas
hay de todos los colores y formas, en este cuento, será utilizado
indistintamente y con acompañamiento de género diverso.
"Todología africana" (o cuando...)
"Todología africana" (o cuando el siglo XIX supera su propia ficción en el Bachillerato)
Por Dulcinea Tomás Cámara
(Hecho verídico)
Anoche recibo una llamada de mi amigo Joan. A su hija Clara, de dieciséis años, le han encargado en el bachillerato redactar un trabajo sobre (según él), «África». Como siempre que pasan estas cosas, me río en voz alta, y sólo por provocar le remito a la Historia General de África de la UNESCO –ahora mismo están elaborando el borrador del noveno tomo– y vuelvo a explicarle, aunque muy halagada porque piense que soy inmortal y he dedicado mi naturaleza sobrehumana para conocer absolutamente todo, sobre la historia completa, de un continente entero, que necesitaría algún detalle más. Y creo que él se da cuenta en ese mismo instante de su error o de mi ironía, y me aguanta como siempre el comentario: «¿A que si fuera un trabajo sobre las políticas económicas detrás de la Guerra de los Cien Años no llamarías a alguien que trabaja métrica en la poesía de la Generación del ‘27?». Y él lo entiende: nadie llama a nadie para pedirle ayuda para un trabajo sobre «Europa», siendo que ni yo misma tengo claro qué es ni cuándo empieza, y si lo supiera, apenas conocería algunos años y una parcela de conocimiento especializado sobre una época concreta. Que también parte de la gracia, radica en el debate sobre las entelequias infinitas que nos acosan o nos desafían sistemáticamente cuando hablamos de conceptos tan inabarcables, tan repartidos según áreas disciplinares, tan disipados en el tiempo, y tan guardianes de tantos fenómenos como grupos históricos o contemporáneos lo habitan desde el centro o lo anduvieron desde los márgenes.
- ¿Pero sobre qué de África? ¿Qué zona? ¿Qué aspecto? ¿Qué siglo? -digo yo, con déjà vu.
- Te paso con Clara -y sale del paso en el que me divierte poner a la gente con la que tengo confianza, y que ya me conoce una rebeldía más o menos amable ante la ignominiosa «Todología Africana».
Pero hablar con Clara resulta aún más gracioso: al parecer tiene que elaborar un trabajo de diez páginas sobre la música étnica y/o la música subsahariana, que según la consigna, son equivalentes. Y como sé que ella es brillante, me lo dice desconcertada y casi consciente de lo ridícula que suena la tarea. Le pregunto sobre qué siglo (no lo sabe), sobre qué zona histórica, grupo étnico o nación moderna (no lo sabe), sobre qué tipología secular/ritual musicológica (no lo sabe). Y ahora, soy yo la que no sé si en el curso de estos días tendremos que ponernos juntas y solemnes a escuchar recreaciones de recitativos de djélis del antiguo Imperio Malinké del siglo XIII o si no sería mejor meternos de lleno con el disco pirata del mejor hip-hop de Soweto compartiendo un cigarrillo a escondidas. Me comenta algo técnico sobre percusión (naturalmente, el tam-tam: el fetiche por antonomasia de la ciencia de los «todólogos» africanos), y son casi las once de la noche, y a esta hora no me queda corazón más que para decirle que se pase cualquier día de estos por mi casa, y que entre las dos elegimos juntas un área, una época, una tradición específica. Que a ver si a lo mejor buscamos rumbas congoleñas para bailar y reírnos o cantos religiosos que nos apacigüen la tardecita de otoño, y le explico la diferencia entre escuchar o hacer música por puro placer, o hacer o escuchar música porque ésta cumple una función social. Que igual para explicarle la diferencia, más me valdría llevármela cualquier noche de éstas a Sala Stereo y empalmar a la mañana siguiente con el coro de la primera misa en Santa Faz, y decirle «¿Lo ves? Ésa es la diferencia»). Tampoco tengo el coraje para explicarle a Joan, pero sobre todo a Clara, que es a la que me interesa hacer pensar bien fuerte (y lo haré la semana que viene cuando nos veamos), que yo me dedico a estudiar literatura africana contemporánea y que ni siquiera podría saberlo todo sobre esto. Que no por estudiar un aspecto de África en un período concreto, podré ayudarla en un trabajo que me queda igual de lejos que el folklore del noroeste argentino.
Tampoco tengo el coraje de preguntarle que si le pidieran un trabajo sobre «música europea», ella –igual que yo, igual que todos– nos preguntaríamos a carcajadas qué carajo es la música étnica en Europa (¿El flamenco? ¿La fanfarria balcánica? ¿Las rondas valencianas? ¿La doina rumana? ¿El fabuloso trabajo de compilación sobre música popular –sus famosísimos Spanish Recordings del ‘52– que hizo el gran etnomusicólogo Alan Lomax en la España rural, mientras demostraba con paciencia la mentira de esa España única y franquista? Un yanqui que de pueblo en pueblo, y de abuela en abuela confirmó que aquí había tantas Españas como el ingente número de culturas que aparecían en sus grabaciones). ¿Qué es la música europea? Pero sobre todo, ¿cómo decidimos qué es «música» en Europa? Y hete aquí el viejo debate entre alta y baja cultura: ¿Por qué Mozart o Stravinski y no el incendio en la garganta de un kyrie moldavo perdido en una iglesia derruida? Porque también me preocupa la indeterminación, la falta de responsabilidad en no asumir que aquí también se puede hacer «todología». El punk inglés, las sinfonías de Beethoven, el metal escandinavo, las polonesas de Chopin y el rap de Marsella son música europea y al mismo tiempo son muchas más cosas. Que las separan siglos, estilos, intenciones, funciones, pero ocurren bajo una misma premisa: expresar algo que está ocurriendo o que queremos precipitar. Lo convulsiva –históricamente– que fue, es y será la música, me conmueve.
Pero es que tampoco tengo el coraje de preguntarle sobre el siglo de su trabajo, porque siempre se asume que África es un continente atemporal, que todos los africanos tocan el tambor de forma transgeneracional y cuentan cuentos a la sombra de un baobab. Que cuando muere un anciano arde una biblioteca, que los negros son como fósiles contemporáneos, una muestra viva de quiénes son nuestros antepasados. En África no hay tiempo histórico, sólo hay tiempo mítico (que no es tiempo, que es lo que cada uno quiere que sea: que África no tiene Historia). ¿Cuándo África empieza a ser África? ¿Cómo le explico que en África también existe música clásica pero que allí la viola de gamba es una korá, que incluso el gran Tunde Jegede está haciendo música clásica contemporánea mientras Clara redacta su trabajo? ¿Cómo le explico que también en esos diez folios podríamos estudiar hip-hop, y que podría explicarle que académicos como Jimmy Briggs Jr. o la gran Patricia Yang están demostrando la relación entre esta métrica de protesta y de suburbios, y el arte recitativo medieval del oeste de África? ¿Cómo puedo contarle, para que ella también se estremezca como yo, que el patrimonio de una casta privilegiada que cantaba las gestas y epopeyas medievales de grandes emperadores africanos, llegó entre las costillas de algún barco negrero y mutó como sólo pueden mutar las criaturas volátiles y atrapadas, hasta convertirse en algo llamado rap? ¿Cómo no dibujarle un mapa en su mano pequeña y decirle que después el rap volvió a África, en un viaje de ida y vuelta («como un boomerang» decía el rapero senegalés Faada Freddy del grupo Daara J) donde somos y no somos nunca los mismos?
Pienso que le voy a decir a Clara que yo no sé sobre música africana, pero que podemos aprender juntas qué significa hablar sobre un sistema educativo que le pide hacer un trabajo imposiblemente planteado, apriorísticamente equivocado. Juntas, a lo mejor, poner en crisis las premisas de una redacción de diez folios que no tiene sentido porque su origen parte de una gran confusión eurocentrada. Le diría a Clara que ojalá pudiera transmitirle todo esto a su profesor: que África no existe como un todo, que la música étnica –a veces referida de manera mucho menos afortunada como World Music cuando en realidad la discográfica sólo quiere decir Third-World Music: porque los «desposeídos chic» están a la última moda– es un concepto tan complejo como su atributo. Querría decirle a Clara que los adultos todavía estamos debatiendo qué es una etnia. Y que, pensándolo bien, no tengo la menor idea qué significa «música subsahariana».
Estoy asustada por la visita de Clara. Por no saber cómo explicarle que el trabajo que tiene que hacer es imposible sin cuestionar por qué le han pedido ese trabajo. Por pensar que a lo mejor la suspenden, no por el contenido (claramente, el contenido da igual), sino por plantarse como sólo se puede plantar alguien a su edad: una mano en la cintura, la media sonrisa de haberle ganado a un adulto mediocre, la satisfacción de sentirse precoz, de considerarse subversiva por el acto mínimo y enorme de contestar una fábrica de durmientes. Y exigirle a un docente que debería estar enseñándole a pensar en contra de las ideas, que ha fracasado estrepitosamente. Que ella no va a ser cómplice de perpetuar este peligro.
(Así me lo imagino yo. Aunque luego no ocurra, sonrío).
Otras potencialidades
Por Álvaro Alconada Romero
La “discapacidad” es definida a partir de la “normalidad”: un concepto construido socio-culturalmente que establece las formas medias en la resolución de tareas. Por tanto abarca la interacción de las características físicas y la evaluación desde la sociedad en cuestión. En nuestro ámbito la persona es clasificada como discapacitada en función de deficiencias, limitaciones y/o restricciones respecto a otros individuos en uno o varios ámbitos que quedan plasmadas a nivel psicométrico y social antes de la mayoría de edad.
En las definiciones más modernas y aceptadas encontramos, por una parte un abordaje multidisciplinar con una importante carga social y, por otra, diferentes tipos de capacidades o inteligencias. Ligando estos dos aspectos podemos concluir que, de manera general, en una sociedad basada en la eficacia productiva y su valoración social a través de la retribución económica, la designación de discapacidad estará mediada por la preponderancia de este tipo de tareas y se clasificará como discapacitadas a las personas cuya eficacia esté por debajo del criterio establecido en la resolución de dichos problemas.
Sin embargo la variedad de circunstancias que afectan al individuo y a sus propias capacidades hace exhortativos una visión abierta y un abordaje multidisciplinar de la discapacidad, abarcando áreas como la psicología, el derecho, la sociología, la biología, nuevas tecnologías… que nos den un enfoque variado y soluciones diferentes para una intervención integral y lo más efectiva posible para maximizar las potencialidades del individuo.
Además, para la potenciación de las facultades y calidad de vida de la persona, también es necesario tener en cuenta un acercamiento individualizado y desde diferentes enfoques, ya que la persona con discapacidad intelectual tiene otras muchas características, está inserta en la sociedad y en ella se desarrolla y debe cubrir sus necesidades.
Las intervenciones en discapacidad están mayormente vinculadas al ámbito educativo y laboral y en esta integración la heterogeneidad se presenta de manera evidente.
Al referirnos a la educación, la potenciación de las habilidades del individuo así como sus posibilidades de adquisición de conocimiento requiere un esfuerzo continuo, coordinado e interactivo de los diferentes profesionales con el fin de abastecer a la persona de posibilidades que se adecuen a sus capacidades. Este es el enfoque desde el que se acuñó el término de Necesidades Educativas Especiales, haciendo hincapié en la necesidad de adaptar contenidos y metodología a las necesidades y potencialidades del alumno en vez de centrarse únicamente en la asimilación por parte del alumno de las capacidades demandadas por el sistema educativo. Este enfoque busca la integración de todos en el aula, como lugar de interacción social, desarrollo y aprendizaje, promoviendo la integración y dejando atrás la homogeneización absoluta de los alumnos en la que se basaban otros modelos en el pasado. El hecho de dar prioridad a la integración no implica dejar de lado otras medidas específicas para la persona con discapacidad, así como la coordinación con su entorno familiar en función de sus necesidades.
La incorporación al mundo laboral es otro de los esfuerzos que trae consecuencias positivas en la integración y la salud mental de las personas discapacitadas. El hecho de asumir responsabilidades implica y fortalece la autonomía y tiene como consecuencias la mejora de la autoestima y la participación en la vida comunitaria. Dentro de la familia se reformula el rol de la persona al tener obligaciones propias y suele ser un medio importante para encontrar relaciones y apoyos sociales. Socialmente la ausencia de trabajo se vincula a la inutilidad y por tanto ha sido un elemento importante en el enfoque terapéutico y se han puesto medios para incidir en ello (centro ocupacional, centro especial de empleo o empleo con apoyo).
Pero además de referirnos a la educación y al trabajo como medios de integración, realización y desarrollo, también hay que tener en cuenta la complejidad de cada una de las etapas del ciclo vital y otras cuestiones que se nos plantean en interacción con estas actividades y la discapacidad. Así, desde el entorno familiar se nos presentan dilemas y circunstancias como el apoyo de la familia en la realización de actividades, las posibilidades económicas de que disponga, si está en riesgo de exclusión social, el rol y soporte familiar de la persona, qué ocurre cuando la persona con discapacidad envejece y sus padres/tutores faltan o necesitan ayuda, cuando llega la edad de jubilación y tiene dificultades para seguir con el trabajo...
También el entorno en el que se realizan actividades de ocio y tienen lugar las relaciones sociales nos hace plantearnos dilemas relacionados con las etapas de desarrollo personal y las necesidades y anhelos propios de las mismas y/o de la sociedad en la que vive: la esperanza de vida, el afrontamiento de la muerte, el grado de autonomía, el afecto, la sexualidad y anticoncepción…
Todos estos aspectos son comunes al desarrollo de cualquier individuo y el abordaje de la discapacidad tiene que tenerlos en cuenta si quiere alcanzar una actuación efectiva en la mejora de la calidad de vida de las personas y en su consideración humana. Así mismo tiene que haber una evaluación del grado de capacidad no sólo a nivel biológico o neurológico para ver posibilidades, fármacos y terapias, sino también a nivel legal para facilitar la convivencia, asignar apoyos o evaluar aspectos como el posible grado responsabilidad o imputabilidad. Las diferentes disciplinas tienen que unir esfuerzos en pro de una sociedad más justa en la que se pongan todos los medios para el desarrollo y la felicidad de todos los ciudadanos. La integración es una lucha de todos para todos. Pero aún hay un largo camino por recorrer, el énfasis en la integración laboral y educativa tiene que venir acompañado del respeto a la diversidad en todos los ámbitos a través de un mayor conocimiento por parte de toda la sociedad de las diferentes capacidades de aportación que tienen sus miembros. La convivencia en diferentes contextos, la normalización de la diversidad y la información por parte de los medios de comunicación pueden ser los primeros pasos para eliminar prejuicios y acabar con la discriminación o a una victimización que sólo lleva a la asunción de una profecía que elimina las posibilidades de autonomía y realización.
Tomando nota sobre Wilhelm Reich (I)
Por Alfonso Rodríguez Sapiña
El objetivo de este texto es extraer un puñado de conceptos y definiciones para que la persona interesada pueda ir entendiendo parte del pensamiento profundo de este autor tan ignorado y al tiempo influyente. He obtenido las citas del libro “Profundizando en el Diván Reichiano” de Xavier Serrano Hortelano. Para su pensamiento político es útil consultar “Psicología de Masas del Fascismo”, “Materialismo Dialéctico y Psicoanálisis” o “Escucha, Pequeño Hombrecito”.
- El sistema neuromuscular y el sistema neurovegetativo son los depositarios del inconsciente freudiano… la inhibición emocional se vincula a la inhibición del recuerdo.
- “Estructura del carácter” como la suma organizada de defensas desarrolladas a lo largo de la historia de cada individuo para paliar el estrés o el sufrimiento, creando mecanismos de regulación secundarios para mantener un equilibrio dentro del desequilibrio.
- Análisis del carácter en oposición al análisis de los síntomas.
- El carácter desempeña en la vida corriente el mismo papel que en el análisis [de la terapia]: es un mecanismo de protección psíquica. El individuo está “caracterológicamente acorazado” contra el mundo exterior y contra sus impulsos inconscientes.
- Radicalizando la postura de Freud: el miedo al placer, lo que denominaría “miedo al orgasmo” era algo común. Según W. Reich el carácter es un condicionante de la sexualidad. Se marcó como objetivo recuperar la capacidad orgásmica y de amar.
- Situamos a la sexualidad como instinto, y a las manifestaciones sexuales como pulsiones. Lo primero es del orden de lo innato-biológico, lo segundo está condicionado por el factor cultural.
- Se distingue entre “orgasmo” y “acmé”. El acmé es lo que comúnmente llamamos orgasmo, mientras que orgasmo es capacidad de expansión, de vivir la vida con alegría. Desde un punto de vista energético el acmé es el umbral extremo de soportar la excitación. Mientras que el orgasmo descarga o libera una energía igual a la tensión creada o acumulada.
- (refiriéndose a la mitosis, la lactancia, etc.)… el orgasmo no es un acontecimiento genital local. El aparato genital sólo juega el rol de disparador para la convulsión general total.
- Aplicamos a los distintos encuadres “los pilares maestros de la teoría psicoanalítica”: la existencia de procesos psíquicos inconscientes, el reconocimiento de la teoría de la resistencia y de la represión, la valoración de la sexualidad y del complejo de Edipo, así como el papel central que tiene el fenómeno de la ´transferencia.
- Siete segmentos neuromusculares con una disposición cefalocaudal:
- El primer segmento que comprende los telerreceptores, es decir, los ojos, oídos, nariz –que hace de puente con el segmento oral- y la piel en general, siendo por tanto donde se producen los mecanismos perceptivos, el núcleo existencial y la correlación entre los tres encéfalos, a saber: cerebro cortical, límbico y visceral (siguiendo el esquema de Maclean). Es el más primitivo junto con el diafragma, y empieza a hacerse notar a partir de posibles fenómenos traumáticos producidos durante la vida intrauterina, fetal, el parto y los primeros días de vida.
- En continua interrelación con el primero, está el segundo segmento (boca, labios, lengua, órganos de fonación, base occipital), vinculado a la fase oral. Se organiza fundamentalmente durante los dos años de vida.
- El tercer segmento, el cuello, con su musculatura, puente entre la boca y el tórax es, para F. Navarro, el bloqueo clásico en esta sociedad, base del factor narcisista y de control, de primer censor o autocontrol, cuna de la ambivalencia, por lo que está tan vinculado al tórax. Tiene su origen durante su etapa anal, como reactividad a la insatisfacción y frustración de la fase oral, desde el primero al tercer año de vida.
- El cuarto segmento es el torácico, que agrupa toda la musculatura vinculada al pecho anterior y posterior, puente entre el cervical y el diafragmático y base de la ambivalencia en conexión con el masoquismo. Se inhibe la respiración torácica como forma de autocontrol y por tanto de evitación del castigo ante el abandono de los impulsos. Tiene su origen alrededor del segundo año y se va estructurando del tercero en adelante. Está vinculado a los fenómenos de contacto con el propio cuerpo, con el mundo y con el Otro.
- El quinto segmento o diafragmático, es el núcleo vital más importante, pues es el catalizador de la pulsión vital de la circulación energética, al regular los fenómenos principales neurovegetativos y estar vinculado a los principales órganos vitales, así como ser regulador de la respiración. Si el bloqueo es hiperorgónico (exceso de carga energética) se remonta al momento edípico, y a toda la angustia de castración, alrededor de los tres a cinco años y se estructura en la adolescencia. Si es hipoorgonótico se remonta al periodo fetal intra-extraútero.
- El sexto segmento o abdominal, constituye el puente entre el diafragma y la pelvis, siendo fundamentalmente su función la de reducir las sensaciones pélvico-genitales.
- El séptimo segmento o pélvico, aglutina toda la musculatura de la pelvis, así como las piernas y los pies, por tanto expresa los fenómenos vinculados al contacto con la tierra y el arraigo, así como a la identidad sexual y a la capacidad de definición o seguridad ontológica. Limita la descarga energética y por tanto el desarrollo del ciclo vital, que vendría favorecida por las experiencias de placer, entre ellas el orgasmo. La tensión y el bloqueo hacen su aparición en el momento edípico (masturbación, juegos sexuales) y se organiza definitivamente en la adolescencia si está impedida dicha capacidad de placer, para evitar la angustia consiguiente.
- CLASIFICACIÓN DE TH. MILTON COMO ALTERNATIVA AL DSM-IV (ó Manual comúnmente aplicado en psiquiatría): personalidades con dificultades para el placer (esquizoides, evitación, depresivos), personalidades con problemas interpersonales (dependientes, histriónicos, narcisistas y antisociales), con conflictos intrapsíquicos (sádicos, compulsivos, negativistas y masoquistas) y, por último, aquellos trastornos con déficits estructurales (esquizotípicos, fronterizos, paranoides y descompensados). A pesar de las diferencias, todos estos autores tienen un código común que se ha construido sobre una visión jerarquizada y dualista, al colocar una gruesa barrera que separa lo sano (equiparable a “normal” y “adaptado”) y lo enfermo.
- (…) No hay duda de que el criterio básico de la salud psíquica y vegetativa es la capacidad del organismo de actuar y reaccionar como una unidad y como un todo, en términos de las funciones biológicas de tensión y carga.
- Dentro de las aportaciones postfreudianas (influidos por Ferenczi y Reich), destacan conceptos como “privación maternal primaria”, “depresión anaclítica”, “el efecto couvade”, “la ambivalencia oral”, “el proceso de individuación y, en particular, “las relaciones objetales” (el tipo de relación establecido por el niño-a con los objetos afectivos: padre, madre y familiares con fuerte vínculo afectivo).
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