Este otoño lloverán hojas rojas sobre nuestras cabezas. Recibirlas con mucho cuidado, han madurado a lo largo de estos meses y ahora caen para poder ser escuchadas con curiosidad de ardilla. Recolectarlas con mimos de oso y observar sus vetas como lo haría la atenta lechuza. Después, con la paciencia del erizo, cosedlas juntas, muy juntas, usando aquel hilo crítico en el que tuvimos que volver a educarnos tras muchas décadas desaprendidas. Con la valentía del lobo, defended vuestra manta de hojas rojas, el eco de nuestro aullido hace ya tiempo que vibra en otros bosques, porque aunque el invierno va a ser largo, hemos decidido que esta vez no vamos a pasar frío.
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