Democracia engominada
Por Miguel Ángel Viso Camenforte.
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En pleno huracán postelectoral,
observo atónito el ataque conservador a asuntos extremadamente superficiales de
la izquierda. El circo mediático se convierte en un esperpento total cuando el
18 de enero Intermon Oxfam publica un nuevo estudio (“Una economía al servicio
del 1%”) en el que queda plasmado el gran problema nacional y global: la
inmensa desigualdad entre una minoría muy rica y una mayoría muy pobre.
Centrándonos en el caso español, vemos como el 1% más rico posee tanta riqueza
como el 80% de la población más pobre. En el propio informe está las
explicaciones a tanta fractura, sin ir más lejos al contemplar que los
presidentes de las empresas del IBEX35 ganan 158 veces más que un trabajador
medio, en buena parte gracias al sistema fiscal que se ceba con los de abajo y
beneficia a las grandes fortunas. Para colmo, los que salen ganando fiscalmente
hablando, aumentan continuamente la fuga de sus capitales a paraísos fiscales,
como buena muestra de patriotismo de hojalata. Y por supuesto, nadie habla de
medidas políticas para tapar la sangría (y a quien lo haga se le tilda de
populista).
Los asuntos superfluos tan criticados
por los políticos y los medios de comunicación conservadores tienen que ver,
fundamentalmente, con dos situaciones lamentables provocadas por los podemitas
marxistas-leninistas y admiradores de todo lo bolivariano. Por un lado, la
presencia del bebé de la diputada Carolina Bescansa en el Parlamento; por otro,
las rastas del diputado Alberto Rodríguez (sí, han leído bien, el peinado). No hemos
tenido más que poner la televisión, encender la radio o leer la prensa, para
comprobar las horas y la importancia dada a tales pecados. Lo relativo al bebé
tiene que ver con la visibilización de un problema que existe en la sociedad y
en el mercado laboral, como es la conciliación de la vida laboral con la
familiar. ¿De verdad es una falta de respeto tan grande? ¿Ciertamente supone un
ejemplo de populismo demagógico intolerable? La reacción desmedida nos permite
comprender la gravedad de este problema y lo lejos que estamos como sociedad de
superarlo, siendo además una escena repetida, puesto que en 1991 la diputada de
IU, Ángeles Maestro, tuvo el mismo gesto. En lo que atañe al diputado por
Tenerife tiene que ver con los prejuicios adquiridos por aquellos que llevan
décadas controlando el Parlamento, viviendo en barrios “de bien” de espaldas a
los barrios obreros y ajenos por completo a la diversidad social existente. La
popular Celia Villalobos es el mejor ejemplo con sus insultantes palabras
llenas de piojos. La señora que grita a su chófer, que se duerme en el
Parlamento cuando no está jugando con el móvil, se atreve a insultar a un nuevo
diputado por su aspecto físico.
Lo verdaderamente grave es el uso
de estas cortinas de humo para no decir nada de la vergüenza nacional que debe
suponer el caso del diputado popular, encorbatado y bien vestido, Gómez de la
Serna. Pero los medios desinformativos han logrado anestesiarnos ante la
corrupción. Después de los casos Arena, Baltar, Brugal, Bárcenas, Campeón,
Cooperación, Emarsa, Fabra, Guateque, Gürtel, Naseiro, Nóos, Over Marketing,
Pokemon, Púnica, Taula… no nos sorprende que los mismos engominados de siempre
sigan robando. Eso sí, si El Confidencial (“La UDEF investiga a Podemos por
financiarse con cinco millones de euros de Irán”), obedece fielmente las
órdenes populares diciendo que Pablo Iglesias ha cobrado del régimen iraní, aunque
inmediatamente la noticia sea desmentida y argumentada en Público (“El supuesto
informe de la UDEF sobre Iglesias no existe, sólo es un encargo de Interior
para perjudicar a Podemos”), es obligatorio en las tertulias televisivas
desprestigiar a Podemos acusándolos de extremistas, recordar el imperdonable
caso de Monedero y apostillar con la beca de Errejón, aunque los presentadores
del telediario sepan que “les van a dar pero bien”.
La última cortina de humo, por el
momento, tiene que ver con un viaje realizado a Caracas que atañe a una
dirigente de Podemos de Castilla La Mancha, a una dirigente de la CUP y al
suegro de un etarra. Aquí hay varios puntos por matizar. 1) ¿Por qué no se
explica que el Congreso en Venezuela estuvo formado por un grupo numeroso de
catedráticos de universidad, artistas y defensores de los Derechos Humanos y
derechos sociales de África, Asia y Europa? 2) ¿No será mejor reunirse y
dialogar sobre el derecho de autodeterminación de los pueblos que decir abiertamente
en una emisora sobre Errejón y Bescansa: “si llevo la lupara, disparo”? 3) ¿Es
casualidad que la noticia salga ahora cuando el congreso se celebró en
diciembre de 2014, o tiene fines políticos para la formación de gobierno o
electoralistas en caso de repetir los comicios? 4) ¿Es legal que la policía
espíe de esa manera a grupos políticos y los agentes reciban un ascenso? 5)
¿Cómo llamaríamos a una actuación semejante de las fuerzas de seguridad sobre
la oposición en Venezuela? 6) ¿Si todo votante de Podemos en el fondo es
chavista y etarra, qué son la Monarquía y los gobiernos que se reúnen con los
jeques saudís? 7) ¿Si España vende armamento que sirve para masacrar a los
yemeníes, somos todos los españoles terroristas? 8) ¿Por qué todos los que
sueltan la retahíla antichavista no se preocupan públicamente de lo que pasa en
Yemen?
Se puede ser de derechas, de
izquierdas, independentista o nacionalista español. Lo que no se puede es ser
maliciosamente cándido e informativamente inocente. Contrastar información y
reflexionar sobre la misma, es lo mínimo que debemos exigirnos para no ser
marionetas de los mass media. Estoy cansado de ver a gentes de cualquier
ideología y clase social, repetir una y mil veces las mentiras de la
oligarquía. Ya está bien de ser los burros que persiguen la zanahoria que les
ponen delante sin recordar que cuando vayan a comerla se la quitarán de las
narices. Hay quienes acusan a Podemos de marxista-leninista. Yo me pregunto si
habrán leído alguna obra de Marx o Lenin. También de bolivarianos. Yo me
pregunto si sabrá de donde procede el término y si habrá leído los trabajos
académicos, asesores y políticos de Iglesias, Monedero y Errejón sobre
Latinoamérica. Me pregunto más cosas sobre Venezuela, por ejemplo, aquellos que
denostan el chavismo saben cómo era la Venezuela de los 80 y 90, y qué medidas
adoptaron sus gobiernos? ¿Conocerán el Caracazo? ¿Y a Carlos Andrés Pérez? ¿Pensarán
que no había violencia, robos, asesinatos, corruptelas, carestía y desabastecimiento
antes de Chávez? Es más, si tan horrible es el chavismo por qué los gobiernos
de Aznar, Zapatero y Rajoy han vendido armas a semejante régimen? ¿Y por qué ha
habido tantas elecciones aprobadas por observadores internacionales? ¿Y cómo es
posible que las últimas las ganara la oposición? ¿Y por qué existen tantos
medios de comunicación privados informando al mundo de semejante dictadura?
¿Están mejor en Colombia con un gobierno afín a Occidente? ¿Por qué no se dice
casi nada de Colombia, o Panamá, Honduras…? ¿Será que en Venezuela hay petróleo
y se persigue su privatización? ¿Estos mismos que ven la paja en el ojo de
Podemos sabrán cómo era la Cuba previa a la Revolución?
Andaba yo preocupado por los
resultados electorales, pero si las críticas que reciben los partidos
progresistas (donde no encuentro al PSOE) son estas, considero que hay
esperanza en continuar evolucionando en un proceso político capaz de aprobar en
el Parlamento medidas encaminadas a rescatar a las personas y, por encima de
todo, a reducir por ley las desigualdades económicas disparadas en los últimos
años con la tramposa excusa de la crisis. Es difícil, va a ser largo y muy exigente,
pero llegará. La sociedad debe despertar de este letargo autoflagelante en el
que se condena públicamente a un joven como Alfon por participar en una huelga
general, y se premia a un tipo esperpéntico como el
pequeño Nicolás con un programa de televisión. O el ejemplo de Ada Colau, a la
que se le acusa de quitar el busto del rey Juan Carlos (heredero en la Jefatura
de Estado del mismísimo Franco) o de desvincular una misa de las funciones del
Ayuntamiento de Barcelona, en lugar de poner el foco en las medidas sociales y
la bajada de la deuda llevadas a cabo.
Pese a los grandes argumentos de
los “politólogos” Mariló Montero y Bertín Osborne, Podemos no es la Revolución,
Podemos no es Chavismo, Podemos no es ETA. Lo que sí consiguen es que una gran
parte de la sociedad pase por alto casos de corrupción como el último en
estallar en Valencia (Operación Taula). Y esto es lo más peligroso, una
sociedad aferrada a sus miserias por temor a ver más allá, acostumbrada a creer
sin juicio propio las manipulaciones de los telediarios y reacia a los cambios
generacionales.
PD: cinc mil, sis mil, set mil…
dos milions de peles.
Impunidad cotidiana
Por Eduardo Bueno Vergara
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Se abre el telón, unos titiriteros interpretan una función en el que un títere policía coloca a un títere manifestante una camiseta con el lema “Gora Alka-ETA”, representando un montaje policial. Se cierra el telón. Los titiriteros acaban en el trullo.
Mientras, en Televisión española aparece Bertín Osborne, Licenciado con honores en la Universidad de los Cuñados, entrevistando a la nieta de Franco. Carmen Martínez Bordiú habla con ternura de su abuelito, un entrañable abuelito que cuidaba de su prole; en ningún caso se habla de dictadura, de represión, de asesinato: una lavada de cara en toda regla al régimen franquista en la Televisión pública.
En otro lugar, Federico Jiménez Losantos, el hombre que escupe odio cada vez que abre la boca, apunta que, por suerte, él no tiene un arma, porque si viera a alguien de Podemos por la calle, le pegaría un tiro. Así, sin paños calientes, pero en este caso no hay atisbos de enaltecimiento de ningún tipo; todo en orden.
En noviembre del año pasado, un buen puñado de iglesias celebraron misas en honor a la memoria de Franco, una de ellas en Alicante. Parece que tampoco hay nada extraño ni delictivo en honrar la memoria de un dictador fascista. Como también nos parece de lo más normal que encontremos entre el callejero de las ciudades nombres de colaboradores del régimen fascista o elementos identitarios del fascismo español. Para hacernos una idea, sería como caminar por Alemania por la calle Hitler, la plaza Goebbles o la Avenida Auschwitz.
Cuando cae el telón de la libertad de expresión, entre bastidores, se mantiene un doble rasero a la hora de decir qué es violencia y quién puede ejercerla de manera impune. Se establece a quién se debe castigar con una fuerza desmesurada, como en el caso de los titiriteros, al tiempo que otras manifestaciones de las peores Españas, gozan de impunidad y aceptación por parte de algunos.
Es verdad que, en buena medida, toda la absurda opereta montada alrededor del asunto de los titiriteros forma parte del acoso político y mediático contra Manuela Carmena; esa misma función se representó en Granada sin que nadie se llevase las manos a la cabeza. Pero eso no impide que constatemos que hoy existen dos varas de medir bien diferenciadas a la hora de establecer hasta dónde llega la libertad de expresión para unos y para otros.
Nueva tanda de poemas
Por Alfonso Rodríguez Sapiña
VIVO EXILIADO DEL RÍO Y DEL MONTE
VIVO EXILIADO DEL RÍO Y DEL MONTE
tan
sólo busco una chica que soporte
que
comparta mis nomadismos y mis sedentarismos
que se
quede conmigo en la pequeña corte
de un
barrio de la periferia
de una
pequeña ciudad de mar y desierto
que
viva conmigo el arbusto y el camino asfaltado
y que
huya al sur o al norte
donde
nazca el arroyo, la soledad del valle…
¡lastimada
de congoja general!
ante
nuestra marcha y la de algunos más
ser
exiliado aquí y allá de tu propia prisa
para
irte, ver, quizás tocar y después sentirte echado
por
vientos de cambio contagiado de alegría
¡de
júbilo, de entusiasmo general!
ante
nuestra larga estancia y la de algunos más
que han
de ser vecinos también
del
río, del monte… ¡de todo este vino
claro y
denso horizonte!
NEGARÉ LA NORMA
simplemente
porque no me satisface
y
tomaré ignorante cada pastilla
hasta
que nada quede
en mi
memoria ni en mis testículos.
Seguiré
apuntando al César de turno
con mis
flechas de veneno versicular
nada
más para negar la norma
con que
nos encadenan y nos alienan
para
que parezca que esos grilletes
siempre
fueron parte de mi cuerpo.
Negaré
con mi esperanza todo paisaje
que no
implique grito y pancartas
en la
calle, baile y besos en la noche
juego y
risas para los chavales.
Saldré
a ver todo cielo para cantar
resuelto
y desafinado y quizás llorar
¡como
si fuera fin de mundo!
Negaré
por unas horas o incluso algún día
el
sueño si es que así encuentro
algún
tesoro aunque no se trate de oro
algún
tesoro que nos permita
soñar
más allá de un día normal
en que
nada pasa… ¿un tesoro como un poema?
10 SEGUNDOS QUE ESTREMECIERON EL MUNDO
¿un
“tequiero”?
¿un
orgasmo?
¿una
estrella fugaz?
¿un
puñetazo a la mesa?
¿una
nota imprevista?
¿una
idea que se pierde en la memoria?
NO ESTÁS PREPARADO PARA VERTE ENTRE
PALABRAS
porque
ves enemigos
porque
ves tus miedos bajo la boca gesticulante
de
quienes te amaron o te entorpecieron el camino.
No
estás preparado para apuntalar cada verso de otro.
¿Te
creías fuerte? ¿o más bien delicado?
Muy
hábil debe ser la dulzura
¡casi
laberíntica para que merezca unos labios!
¡piérdete,
vamos! hasta que sientas un incipiente desmayo
hasta
que te pinches con todas las rosas
hasta
que deseches la censura sobre tus propios ojos
hacia
lo inusitado. ¿Estás preparado?
Crónicas desde tierras carolingias
Por Dulcinea Tomás Cámara
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A veces Carolina me cuenta las cosas más extrañas, por ejemplo, que sus tíos viven en Isla de Reunión. Sé que es verdad porque sabe dónde queda este destino inverosímil pero no sabe cómo llegaron allí: cuando ella nació, ya estaban, y por eso, para ella están allí desde siempre. En su árbol genealógico, que cuelga en una pared de clase, se desbrozan las alianzas, los rivales y la herencia con la pulcritud de un especialista. Jugando con los códigos del experto figuran su tortuga y su hámster en su descendencia, ella viéndose madre, una gran broma evolutiva en los flecos del último posmodernismo. La niña de siete años que siempre sonríe y jamás protesta se imagina con dos hijos o en el gesto de cuidar asume que ella cumple esa función incontestable.
Cuando dibujan o se distraen en algo más o menos mecánico, me doy cuenta de que los niños confiesan las cosas más complejas sin censura, o mejor dicho, cuentan todas esas cosas que hacen y nosotros también hacemos pero nunca admitimos. Ellos ni siquiera encuentran la necesidad de justificarse, de hecho a veces tienen la misteriosa resignación de aquel que aún no ha tenido tiempo o razones para desarrollar excusas o heridas que argumenten la maldad de un acto reprochable. Un día Carolina me contó que a veces se enfadaba y decía cosas ya no podían deshacerse. Lo dijo triste, como si soliera pasarle y no supiera aún cómo se amnistían los actos que nos abochornan.
Intenté decirle lo que me dicen y digo siempre (lo que circula en estas situaciones en el mundo de la adultez, enormemente compasivo en comparación con el de ellos). «Es normal decir cosas que no sentimos a veces, pero la gente que nos quiere sabe que estamos enfadados y que no lo decimos con mala intención».
Levantó la mirada del dibujo, más seria que antes, como si mi consuelo atacara la dignidad de poder equivocarse y el heroísmo de que otros confesaran su dolor ante una crueldad:
«Sí, pero las personas también tienen derecho a que les duela. O a enfadarse».
No me acuerdo si insistí o le di un poco la razón. Su enroque fue maestro.
Y ya no dije más nada: entendí que desconozco el laberinto de la infancia, de porqué se dejan abrazar los niños con tanta calma, de qué piensan cuando ven cosas que no deberían ver, si su tristeza es abstracta o si un capricho otorga más placer cuando se frustra que cuando se conquista. Cuantos más niños conozco, más extraños se me antojan, más frágiles. Y más compasión me tengo, y más ira y más rabia me da ver niños a la intemperie. Niños que ya ni siquiera dan esa guerra que nos otorga la madurez de la paciencia, y que contamos en la oficina con más orgullo que cansancio. Aunque cada día –hacerse mayor es también una progresión de descubrimientos más o menos desgarradores– estoy más convencida de que fuimos nosotros los que siempre le dimos guerra a ellos, esperando parir una generación que viniera con pan y pacifismo bajo el brazo. Pero casi todos los niños nos imitan las recetas: finalmente, la puntería y el pastel les sale casi igual de bueno que a nosotros.
El otro día inventamos países. En el fondo todas mis clases son experimentos para saber a qué edad se empieza a cuestionar las consignas (y no la tarea): por qué países, o naciones, o banderas o reconocerme fuera de este país, y de esta clase, y de este cuerpo. A veces no sé si las causas pedagógicas se me van de las manos y se reducen a un puro ejercicio de exploración por cuenta ajena, de antropología salvaje entre estos nativos encogidos y con la empatía más guardada que el instinto, habitando el desgobierno de las rabietas, dando las comidas y los sueños por sentado. Acariciando pantallas antes de saber qué es una caricia. Yo también hice un país murmurando mis hipótesis fallidas. Los niños dibujaban emblemas con criaturas y colores prolijos, encantados ante la dictadura de pintadas bárbaras ondeando en otros mástiles, y de himnos sin rima, y de comer pizza o hamburguesa a cada fiesta nacional. Los niños no entendieron qué significaba conmemorar. Sólo los adultos tenemos sitios que no existen, donde nos deniegan llorar una lesión social. Los que ganan poseen fetiches diferentes: las victorias se festejan, no se conmemoran.
El país de Carolina no tiene la bandera más bonita, pero sí mucha información. En el apartado de clima, cada país –que en el fondo emula fórmulas y formaciones conocidas– los niños apuntan “soleado” o “lluvioso”, poco más que el color de las nubes, la temperatura absoluta y la velocidad del viento. Pero Carolina, como sorteando mi consigna inútil y convirtiendo todo en un experimento distinto, escribe lo siguiente:
«Por la mañana hay estrellas rojas, por la tarde salen astronautas con purpurina, y caen del cielo. Y por la noche caen meteoritos que hablan cartaginés».
El traje tradicional del país de Carolina es ir descalzo.
Pensé que a lo mejor, esta es la manera en que protestan los niños o conmemoran su pérdida frente a un mundo que se les escapa todo el tiempo. Siguiendo nuestras órdenes y subvirtiéndolas con un contenido (o con un sentido), imprevisto.
A lo mejor por eso tenemos niños y nos enamoran así. Por la respuesta inesperada. Porque jamás sospechan de nuestras preguntas, y por eso nos desafían con esa impunidad hermosa. Porque jamás cuestionan nuestras certezas, que nos crecen sin darnos cuenta como las canas, y nos hacen cosquillas en muelas de juicio de dudoso criterio. Y un día, catalizada por la presencia impertinente y maravillosa de los niños, nos duele la memoria de tanto intentar rescatarnos las ganas de cambiar las reglas del juego a mitad de partida. Con esa maldita libertad, esa rebeldía intuitiva que tiene Carolina para hacer un daño irreversible y que sus meteoritos hablen una lengua muerta, y saber dónde queda Isla de Reunión. En un país que ella se inventa y en el que nadie la obliga a nada. Ni siquiera a ponerse los zapatos.
Dice la televisión que a diez mil kilómetros de aquí, los niños de una favela le rinden homenaje al país de Carolina, y salen cada día con los pies descalzos. A la intemperie. Sin que caiga sobre sus cabezas más que algún tirón de pelo y deseos que no se cumplen nunca y sin embargo, siguen pidiendo ante cada meteorito con cola de esmeraldas que a ellos les canta en portugués.
A veces, el país de Carolina es aún más invisible que su Isla de Reunión, donde están sus tíos desde siempre, como los pobres, el olvido, o la lógica de un niño
08.03.16
Por Nieves Chocano
En realidad todo parte de la idea de no ser protagonista.
De recordar que somos parte de un todo.
Que la naturaleza habla por sí sola.
Que todo lo demás, lo ha destruido la raza humana.
Que creamos pero, no respetamos, no compartimos y que la esencia se ha olvidado.
Somos mujeres sí, ellos hombres sí. Y??? La igualdad no tiene que ver con el sexo.
Se llama HUMANIDAD.
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En realidad todo parte de la idea de no ser protagonista.
De recordar que somos parte de un todo.
Que la naturaleza habla por sí sola.
Que todo lo demás, lo ha destruido la raza humana.
Que creamos pero, no respetamos, no compartimos y que la esencia se ha olvidado.
Somos mujeres sí, ellos hombres sí. Y??? La igualdad no tiene que ver con el sexo.
Se llama HUMANIDAD.
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