Por Eduardo Bueno Vergara
Las redes sociales no son únicamente una forma de estar en contacto con tus amistades. Se han convertido en una memoria pública de nuestros sentimientos, una manera de conocer gustos musicales, políticos, deportivos y hasta sexuales.
El problema surge cuando se impone escribe un guión que debes seguir sin dejar espacios a la improvisación, dentro de la dictadura de lo políticamente correcto. La inquisición del escrutinio público permanente. Por ejemplo, tomando unas cervezas puedes decir que “hace falta una guillotina en la puerta del congreso”, e inmediatamente echarte a reír con la complicidad de tus amigos pues, evidentemente, todo el mundo sabe que es una broma. Eso mismo, publicado en una red social, elimina cualquier posibilidad de contextualización, puede ser constitutivo de delito e, incluso, puede cerrarte multitud de puertas.
Se crea una exigencia hacia el pensamiento único promovido por el poder que, por supuesto, aplica una doble vara de medir a la hora de juzgar la diferencia. Por eso, no necesitamos un Pepito Grillo que nos diga cosas como estas:
¿En serio has compartido esa foto por Facebook? Sí, esa en la que estás en la playa, en bañador, pero ¡has visto qué lorzas tienes! Sólo vas a poder encontrar novia en Mórdor.
¿Y ese chiste que publicas en tu muro? “Las mujeres ven las películas porno hasta el final para ver si los protagonistas se casan”. Eres un cerdo y no mereces vivir.
Y hablando de cerdos, “¿Por qué a los hombres no les afecta la enfermedad de las vacas locas? Porque son unos cerdos”. Ya habló la feminazi.
En Twitter sigues a Pablo Iglesias y Alberto Garzón y encima vas y los retuiteas. Sin duda eres una rojaza. Deja de en paz la política, no te signifiques, si quieres seguir a un Iglesias, que sea a Enrique.
¿Y esas fotos con tus sobrinos que has compartido? Te gustan los niños y rondas los 30 años. Seguramente, en un futuro no muy lejano, quieras tener hijos. Acabas de salir del mercado para la mayoría de tíos. Y lo que es peor, acabas de salir del mercado laboral para la mayoría de empresas.
Claro, ¿no lo has pillado aún? Se trata de eso.
No seas idiota, borra esa foto en la que apareces con un cigarro en una mano (o un porro, no se distingue bien) y un cubata en la otra. ¿Crees que alguien te va a contratar cuando te vea con esas pintas de fumado? Y no lo digo yo, lo dice la policía.
Mejor cuelga alguna imagen de tus nuevas zapatillas de running, da igual que no las hayas usado nunca. El running es el paradigma de la superación, todo el mundo lo sabe.
¿Y qué tal si compartes unas de esas frases de autoayuda barata? “No puedes parar las olas, pero puedes aprender a surfear”. Pues esa mismo. Da igual quién demonios sea su autor, pero habla de la capacidad de adaptación... deja claras tus capacidades laborales, que se sepa que lo mismo vales para un roto que para un descosido.
Las redes sociales son tu currículum. Constrúyete un historial personal bien limpito. No te destaques por ir a contracorriente. Sé políticamente correcto y aunque el alcalde de tu pueblo sea un chorizo, evita mencionarlo en tu timeline. Si la rabia brota de tus entrañas al ver injusticias, no maldigas en las redes sociales, utiliza el sarcasmo y mira hacia otro lado.
En definitiva, sé un borrego y evita problemas.
Viñenta de Manel Fontdevila para eldiario.es |
Un tema explicado con más detalle en:
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