En toda naturaleza
humana existen
pequeños afluentes,
riachuelos, arroyos y
caudales que en
ocasiones confluyen
en un río cuya agua
corre a una velocidad
vertiginosa. Es un
agua limpia,
trasparente, llena de
vida, renovadora, sin
colorantes ni
conservantes.
Muchas personas, aún
sabiendo que pueden
ser arrastrados por
la corriente,
arriesgan y se echan
a nadar, otras llevan
rato flotando,
haciéndose el muerto.
Cogen fuerza y siguen
nadando. Todos
terminan queriendo
salir.
Hubieron muchos otros
esperando en la
orilla, en grandes
rocas dentro del
caudal del río.
Observando a los
otros tantos como
nadan o se hacen el
muerto. Sólo les
queda esperar,
esperar a que los que
arriesgaron se den
cuenta de qué manera
se puede salir.
Es todo cuestión de
tiempo, las grandes
presas soportan
muchos litros de
agua.
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