Por Eduardo Bueno Vergara
Nadie nace terrorista. Nadie nace con ansias de asesinar a otras personas. Nadie nace con un cinturón de explosivos rodeándole el cuerpo. Nadie nace dispuesto a suicidarse con tal de llevarse por delante a un puñado de “enemigos”. Da igual la religión, la nacionalidad o el género: nadie nace terrorista. Es necesario odio, mucho odio. Hace falta desesperación y falta de perspectivas de futuro. Nadie, con un trabajo, con una familia, con una vida normal, por muy hijo de puta que sea, se levanta un día con ganas de cometer una masacre.
Nadie nace terrorista. Nadie nace con ansias de asesinar a otras personas. Nadie nace con un cinturón de explosivos rodeándole el cuerpo. Nadie nace dispuesto a suicidarse con tal de llevarse por delante a un puñado de “enemigos”. Da igual la religión, la nacionalidad o el género: nadie nace terrorista. Es necesario odio, mucho odio. Hace falta desesperación y falta de perspectivas de futuro. Nadie, con un trabajo, con una familia, con una vida normal, por muy hijo de puta que sea, se levanta un día con ganas de cometer una masacre.
Hace falta una zona arruinada y desestabilizada como Oriente Próximo. Devastada por años de una guerra promovida por el miserable trío de las Azores. Hacen falta unos extremistas descerebrados sin respeto por la vida, unos psicópatas que utilicen la religión como excusa para distinguir la pureza de la impureza, para decidir quién debe vivir y quién no.
En occidente, hacen falta suburbios golpeados por el desempleo y la marginalidad. Hace falta población sin perspectivas de futuro. Hace falta el abandono completo de la administración, dejando que sea el fundamentalismo religioso el sentimiento que aglutine a parte de esa población que debería sentirse europea.
Se trata de una mezcla peligrosa que nunca afecta a quienes han provocado la situación. Los que se han lucrado con las guerras de Oriente Próximo no cogen el tren de cercanías. Los que envían a otros a morir no asisten a conciertos de rock. “Vuestras guerras, nuestros muertos”, circulaba un tuit el mismo fatídico 13 de noviembre; no se me ocurre un resumen mejor de lo ocurrido.
Hoy, algunos iluminados piden “mano dura”. Piden bombardear Siria e, incluso, invadirla con tropas de infantería. Piden apagar el fuego con gasolina, generar más muerte, más odio, al tiempo que se muestran incapaces de acoger a los refugiados que han huido de sus casas por una situación que ellos no han provocado. Los que desencadenaron la primera guerra nos piden hoy iniciar una nueva guerra para finalizar esta guerra.
La sinrazón puede llevar turbante, pero también corbata.
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